La
película “Passage” es incontrastable en todo instante, pero su director Ira
Sachs asimismo edifica, con una arrogancia extraordinaria, un arco narrativo verosímil
para tres personas (Tomás, su pareja Martín y Agathe) que se tropiezan en una cruce
de afectos y sexo. De manera que las pretensiones y posibilidades —que no armonizan—
pueden ser juguetonas, pero además lamentables.
Y lo que podría haber sido una comedia alentadoramente
frívola sobre personas que se advierten con desiguales formas de vida, reconcilia
en un relato agridulce acerca de las grandes ilusiones, penetrantes desilusiones
y decisiones espinosas y buen sexo. La historia de “Passage” que podría haber
caído cómodamente en el melodrama fácil, el cineasta Sachs lo hace con ecuanimidad
al no recargar ni paliar la jerarquía de lo que está en juego [podemos revelar
la toxicidad del amor]. Su rendición tanto por sus interlocutores como por su
público, su pudor y arrojo como cineasta, forman de “Passages” a lo mejor una
de sus mejores películas hasta la fecha.
Recordemos
que “Keep the Lights On”, es el filme semiautobiográfico que dio a conocer a
Sachs en el mundo del cine, y que de alguna manera se vincula con “Passages”
con ese brío afín, salvaje, riguroso, como si ingresáramos a las escenas
(circunstancias) a medio hacer, sin que valoremos el pasado y el futuro de sus interlocutores,
únicamente interesa la inmediatez de sus afectos presentes.
Por
otro lado, la intimidad de su deseo multiforme (me refiero al filme) y la sinceridad
de las escenas de sexo, es el modo en que Sachs elude adjetivar al que juzga
con las emociones de los que aman. Un filme pues con candidaturas a algunos
premios en esta parte del año. Para terminar, la elección de sus actores
resulta válida: el turbador Franz Rogowski, el tierno Ben Whishaw y la muy libidinosa
Adèle Exarchopoulos, un atractivo trío que concuerda sus capacidades dramáticas
y físicas para dar verosimilitud a la historia.