Antes de ver “Jeanne du Barry” hoy a analizar, que
quedé sorprendido por la mala crítica general europea, tras la proyección del filme
en la inauguración del festival de cine de Cannes este año. En lo particular me
parece un buen filme, nada plúmbeo y rigurosamente ambientado en la época en
que sucedieron los hechos.
Jeanne du Barry o Madame du Barry (Maïwenn) fue una cortesana francesa y
última amante oficial de Luis XV de Francia (Johnny Depp) en la corte de
Versalles a mediados del siglo XVI. Y es a partir de una voz en off (de pronto
con abultado detalles), advertimos cómo una cría, y luego adolescente de clase
baja va escalando peldaños en el contexto social a partir de su atractivo, vivacidad
y dotes de persuasión; hasta que acaba hechizando al monarca.
De manera que este drama biográfico y con acento intimista,
y para la propia comprensión dramática de la historia y su ubicación en el palacio
de Versalles; permite que estemos ante un relato a posteriori centrado en dos interlocutores
con sus emociones y aventuras más internas que externas —desde la perspectiva del
conflicto cinematográfico—. Además, el genuino protagonismo cohabita en esa
ecléctica y a la vez, autosuficientes personalidades observadas.
Lo que se podría criticar quizá es no solo su timing
en los primeros compases de la cinta, donde se conjetura el abandono de una
serie de emociones escasamente acariciadas durante los compases de la infancia-adolescencia.
También en otros bloques de tiempo y espacio. Quizá en su parte meridional.
De todas formas, el personaje principal femenino es
abordado desde el punto de vista del guion con soltura y condición.
Cuando
escuchamos de Jeanne du Barry adolescente: “Es mi cuerpo”, ante la indicación
de su madre de posar desnuda ante un artista, y desobedecerla; la voz en off
más adelante señala y ratifica que frente a su idea de desvergüenza, no
obstante que la llevó a donde quiso y como quiso, que: “…la hizo mujer y libre”.
Y es que Jeanne du Barry ostentaba en su forma de ser, expresar con claridad a
todo el mundo sus verdades y hasta mentiras para seguir haciendo lo que quería.
Y de eso trata el filme que permite con exaltación no solo los decorados de un palacio lleno de gente pero a su vez solitario —por aquello de los silencios—, sino que en ese discurrir del rey junto a su cortesana favorita, de igual manera, sus vidas y rutinas se van fortaleciendo, van fluyendo en uno u otro itinerario, hasta en esa ausencia de palabras frontales, de gestos directos, no repercuten en el dolor de la muerte, cuando esta aparece.