domingo, 22 de octubre de 2023

La fotógrafa de Monte Verità

 

Monte Verità, en el cantón suizo del Tesino, es una cooperativa basada en las ideas del socialismo remoto, la anarquía, la práctica vegetariana y nudista, que luego fue trasformada poco después en un sanatorio. Aquí, Hanna conoce a esa serie de intelectuales y bohemios de la vida real, como el entonces joven escritor Hermann Hesse (Joel Basman), la bailarina Isadora Duncan, la institutriz de la colectividad y precursora de los derechos de las mujeres Ida Hoffmann (Julia Jentsch) y la misteriosa Lotte Hattemer (Hannah Herzsprung).

La reciente y esperada película de Stefan Jäger, “Monte Verità” rodada en Ticino en 2020, nos muestra a Hanna Leiter (interpretada por Maresi Riegner), la supuesta fotógrafa que proveyó los escasos retratos de la mítica utopía suiza. El filme se centra además, en una interlocutora irreal para hablar de la posición más profunda de la mujer a principios del siglo XX, aferrada entre deberes matrimoniales e iniquidad social.

Una joven madre —de la clase media alta de Viena— que se refugia en la comunidad Monte Verità, literalmente para poder volver a “respirar” y olvidar un poco la vida a la que fue sometida —mostrada mediante el recurso del flashback—. Pero es precisamente este criterio que me induce a que lo esencial en el filme como mensaje es la búsqueda de la verdadera felicidad.

Preguntarse por la naturaleza de la felicidad corresponde a deliberar el sentido y fin de la vida. La felicidad es una indagación a lo largo de la vida de cada sujeto; la desventura, en cambio, es el desánimo de la ambición de seguir viviendo. Más que un fin, la felicidad es un estado de ánimo, el ansia de una subsistencia plena.

No es esencia de la filosofía fijar en qué reside ser feliz, pero pensadores desde Aristóteles, han repasado a lo largo de la historia sobre este asunto esencial: ¿cuáles son las restricciones de quienes anhelan a ser felices? ¿Qué valor tienen la afecto, el amor, la avidez o la independencia en el logro de la felicidad?

La lección que se extrae de las enseñanzas es que la felicidad, en efecto, es el mayor bien, pero un bien que exige arrojo, paciencia, constancia y tiempo. Tras algunas desganas iniciales, la protagonista Hanna finalmente alcanza saborear la alegría que conlleva la libertad ilimitada, asimismo, de dedicarse a su pasión “prohibida”: la fotografía.