Estamos nuevamente ante el complejo mundo actual de
los marginados, seres abyectos en caminos sin salida, que tarde o temprano los
van a matar. En este sentido “Los reyes del mundo”, se equipara en esta
temática a muchos otros filmes colombianos y de América Latina. Al ver en la
película a ese combo conformado por Rá [hereda unas tierras de su fallecida
abuela a través de un programa de restitución del gobierno], Culebro, Sere,
Winny y Nano, quienes viven en esas calles violentas de Medellín; de entrada
todo está sentenciado para ellos, por más que se crean los reyes del mundo.
Pero si algo queda en nuestro interior de esta
película filmada por Laura Mora, es cuando comprendemos que, si la tierra
heredada Rá es el leiv motiv para que
cinco chicos que decidan hacer un espinoso viaje por el bajo Cauca antioqueño
para reclamar esa “tierra prometida”. En su Intertexto el mensaje, a mi modo de
ver, es que el gran problema de Colombia y toda esa violencia, se deben a la posesión
de la tierra, y no hay más que ver las noticias en la televisión colombiana hoy
en este sentido.
Pero que otras reflexiones podemos sacar de una buena
película [ganadora en el Festival de Cine de San Sebastián el año pasado]. Si
como sentencia Bachelard: «[…] trazar un margen es ya borrarlo», esas
delimitaciones del espacio para un mundo de oportunidades en todo contexto; su
posible articulación [dada la diferenciación cultural] para un “universo” sin
bordes ni umbrales para vagar [si se nos da la gana]: no es fácil de alcanzar y
psicoanalizar.
Por qué nos resulta tan fácil esgrimir conceptos en
ese cine sobre la marginalidad. Por dos cosas: un acto deconstructivo (Derrida)
que, a lo mejor permite “hablar” de ellos [los cinco chicos ya aludidos], pero
que creería, dificulta mirarlos desde el punto de vista de la “otredad”.
La idea de la otredad es crucial para la sociología y
el estudio de las identidades sociales, este concepto existe gracias a que
somos seres sociales, necesitamos de la presencia y cooperación de otras
personas para sobrevivir. Cuando se forma un grupo para este propósito tenemos
una sociedad, las personas dentro de esta unidad se definen como “nosotros”, y
los “otros” son quienes no comparten identidad o pertenencia con este grupo
(García-Bullé, 2022).
Por otro lado, al tomar este argumento basado en la
realidad real [valga lo tautológico] y llevarlo al cine, es hacer crónica, idea
que proviene del neorrealismo italiano [“Ladrón de bicicletas”, Vittorio De
Sica]. Ya que confronta la realidad con el asistente a la sala de cine,
estableciendo una posición moral sobre el asunto.
Podríamos de igual manera escribir y debatir cuál
sería la mejor manera de designar a esa
clase de habitantes observados en el filme con el nombre de «población marginal»
[definido por las ciencias sociales], un calificativo que habría que revaluar
frente a ese sector ya habitual en las calles, sin ocupación estable, ingresos
económicos suficientes, donde se hace inevitable la gestión del Estado para
integrarlos en la sociedad.
Qué nada. Por lo pronto, la cinta de Laura Mora se debe
mirar cómo su corazón le indique, en lo personal una mirada con el psicoanálisis lacaniano, el cual,
siempre que lo hago, abandono cualquier
explicación universal y es a partir de que “el psicoanálisis de Freud y Lacan
permiten una nueva lectura de las expresiones artística” (León, 2003). La
pantalla de cine es en esto, el indicador más sensible. Hitchcock siempre tuvo
la razón.