“Memento
Mori” es un filme colombiano de Fernando López que abrió la versión número 62 del festival
de cine de Cartagena (FICCI). Lo primero señalar que el título del filme
significa “Recuerda qué morirás” y que sea cual sea su origen, esta expresión
se esgrimió largamente en el Medioevo cristiano, como un memorándum de la “fugacidad
de la vida” en representaciones pictóricas, obras de arte y cosas que personificaban
el fallecimiento del ser humano.
En
este sentido, la película a través del personaje Animero (César Badillo) y su
misión de hallar la cabeza de un cuerpo mutilado que había encontrado, plantea
varios asuntos que trataremos de develar. Lo primero, que en ese trasfondo del
conflicto armado en Colombia, el personaje protagonista se alimenta de la fragilidad
de una región asediada por la muerte, para acabar enfrentándose a ella en la búsqueda
de cadáveres [como oficio del Animero]. Aquí lo interesante y una de las
lecturas del filme, ya que, si Animero y la muerte están en todos lados. Humphreys
(1983) afirma. “las nociones sobre la muerte y los funerales tienen por máxima
pretensión representar la corporeidad del comportamiento social, económico, tecnológico
y religioso, asimismo, pretende mostrar el sentir y los valores de una sociedad”
(pp. 77-80).
No
obstante, en esa “corporeidad del tratamiento social”, el interlocutor Animero
sin confinar su punto de vista (allanar el camino al purgatorio de almas en
pena), busca [e igual ocurre en la mente del asistente a la sala de cine],
cierta sensatez sobre el precio a la vida, humanidad y dignidad en una zona saturada
de tanta violencia. Y es que el cineasta López quiere mostrar, sin hacer ponderación
alguna a través de su cámara, su punto de vista: cierta licencia para dialogar
sin imaginarios visuales [o a lo mejor sí]; y sin designio alguno del Animero [sin
equiparar a Eneas de la mitología griega, quien sabía que debía luchar por su
patria, pues como todo guerrero entregaría la vida si era necesario para protegerla].
Si
bien, la intimidación de un tiempo [el nuestro], en que los desvaríos y lo inhumano
tiene presencia en una sociedad, recurriendo a esos dos extremos de la pirámide
social: los elegidos y aquellos menospreciados. El cineasta colombiano construye
arquetipos perfectos [y sin giros necesarios, en un excelente guion
escrito por James Valderrama y Fernando López].
La
película, pues, mantiene el equilibrio tonal en una búsqueda incómoda de
cuerpos sin vida, desafiante [aun cuando pasiva], jamás infructuosa, ni sumisa;
contrarrestando siempre el deseo del Animero, sin esa simulación alucinatoria
que le induce a mostrarse como un ser interdimensional frente a ese espejo cuarteado
y descompuesto que reposa bajo el fango de la realidad en una región de
Colombia.
Gonzalo Restrepo Sánchez
Film critic.