Los Fabelman (o Spielberg siempre Spielberg). Una
película cargada de verdadera cinefilia, que según algunos informes de prensa
es casi que autobiográfica, aunque no dudaría que podría ser la Steven
Spielberg. Y es que a través de un niño llamado Sammy Fabelman y hasta llegar a ser un hombre hecho y
derecho, evidencia su talento y derroche por el cine.
Y si bien parece que la historia (cargada de guiños
cinéfilos y algunos cameos interesantes) pareciese mostrar el talento de un
joven a través de su camarita de cine, todo confluye en el sentido de la vida
por la pasión hacia lo que uno hace. Podría ser la película del año por muchas
razones, pero podría ser también para aquellos que en alguna oportunidad
lucharon contra viento y marea sobre sus aspiraciones personales. Respecto a la
película debo enfatizar que:
Después de todo, lo que hace
Spielberg en su reciente filme es yuxtaponer los elementos más personales de la
historia —el trato entre Sammy y sus queridos padres, sus altos y bajos en el
colegio, su primer amor, sus episodios filmando y editando cortometrajes con
sus amigos, su primera visita al cine, y que casi ningún ser humano olvida.
Una película pues profundamente personal de Spielberg.
Cuando los padres de Sammy (el Spielberg niño) lo llevan a ver su primera película, "The Greatest
Show On Earth" de Cecil B. DeMille. Abrumado, es sin lugar a dudas esa
semilla que germinará en el corazón del niño y una pregunta al espectador
quizá. ¿Cuál fue la primera película que observaste de niño? Hablar más del
filme sería cometer un pecado. Señalar lacónicamente que Spielberg aprovecha
muy bien el roll de los niños y jóvenes protagónicos y quienes encarnan a los
padres de Sammy: Michelle Williams, Paul Dano quienes brillan por su máxima
realidad interpretativa.
Consiento
tener algunos recuerdos sosegados a la hora de analizar “Los Fabelman”, pues además, soy cineasta, y asimismo disfruto los recuerdos de mi infancia [mi primer filme
a los siete años lo vi en Maicao] y con las cámaras caseras de amistades y
vecinos, y luego, de mi adolescencia. También, siempre he comentado mi seducción
por Spielberg —uno de mis cineastas estadounidenses, desde que viera “Encuentros
cercanos del tercer tipo”]. Spielberg es
tan genial con su cámara y planos [donde ninguno está demás] que comunica en
cada secuencia y en cada fotograma la pasión que profesa por el cine.
El
epílogo es el que más me emociona del filme, pero no escribiré nada al respecto;
solo diré que bien valió la pena observar las
más de dos horas y que debería ser suficiente como para justificar todo
ese tiempo frente a la pantalla.