lunes, 7 de noviembre de 2022

See How They Run

 

Dos aspectos al escribir sobre esta película, que a mi modo de ver, resulta agradable divertida. Primero que la trama está involucrada en una obra de teatro llamada La ratonera (1952) escrita por Agatha Christie. Y segundo, que esta película-novela-policiaca, trata del subgénero whodunit, es decir, de un relato centrado en revelar quién de los presentes realizó un crimen [ocurrido habitualmente en espacios cerrados], en este caso en un proscenio de teatro en Londres.



Ante la presencia del detective Sam Rockwell de bigote tupido y su acompañante, tendrán pues la tarea de descubrir un asesino en el desarrollo de la obra de teatro de Christie. Y es a través de pistas falsas, el guion señala una serie de sospechosos, y con un tono lúdico. Este concepto me lleva a otra idea importante y es el carácter de meta discurso del filme. Propuesta introducida por Vande Kopple (1985) y Crismore et al (1993), al definirlo como “el material lingüístico, hablado o escrito, que no añade nada desde el punto de vista proposicional o de contenido, pero ayuda al receptor del texto a organizar, interpretar y evaluar la información dada” (traducción propia) (Crismore et alii 1993: 40). Y de eso trata el relato cinematográfico de la cinta, dirigida por Tom George.

La verdad hay que tener la disposición de llevar a cabo esta trama desde este punto de vista, y que en ningún momento incomoda. Cuando la película abre con en las fuera del Teatro Ambassadors en 1953, con el misterio envolviendo su función número 100 [aun hoy día siguen las funciones interrumpidamente]. Justo antes del telón, un telegrama de Agatha  es enviado al teatro explicando que no asistirá a la fiesta después de todo, pero que ha enviado un gran pastel. En 10 minutos, alguien está muerto en el camerino. Y paro de contar. Lo siguiente es toda una gama de situaciones y diálogos que se circunscriben al más exquisito plato de comida, y deleitarnos de su “good taste”.