Seis años después de su debut como director con “10
Cloverfield Lane” (2016), Dan Trachtenberg está de regreso en el ejercicio de
los spin-off. En esta ocasión el director realiza “Predador-la presa” (2022),
que a decir verdad es la mejor de toda la saga de “Predador”, desde aquel
primer filme (1987) dirigido por John McTiernan
y protagonizado por Arnold Schwarzenegger. En definitiva, una secuela condesciende y puntual,
donde el exiguo factor sorpresa, se reemplaza con una correcta puesta en escena
que pide a gritos su proyección en pantalla grande y que habría sido un blockbuster.
La historia arranca en septiembre de 1719, donde una
chica aborigen comanche (Naru) se verá enfrentada a un alíen.
Nada
que inventar. Uno de los
cambios más medulares respecto a las anteriores películas, es justamente el del
protagonismo de una mujer. Con un guion que lo bordea todo (intriga,
personajes, situaciones de acción, etc.); La adolescente terca y valerosa (Amper
Midthunder) desempeña con creces en su papel, una labor atiborrada de pujanza y
bendición), resuelta a convertirse en una gran cazadora; lidiando contra el
desdén de todos los hombres.
Ante la ausencia de excesivos diálogos, permite que
experiencia visual nos deleite en una aventura de corte histórico, que muestra
con detalle los rituales de caza de los aborígenes. Conforme la historia
avanza, nos percatamos de los excesivos riesgos de una tribu, y otros hombres a
la caza del endemoniado ser extraterrestre. Volviendo a la puesta en escena,
con una cámara que funciona como un dron apresurado que persigue a los héroes
por los recovecos de un frio y elegante paisaje y sin ángulos absurdos, nada de
lo observado es un despropósito. Todo funciona: la variación entre secuencias
de ritmo más acompasado y aquellas otras, de mayor adrenalina. Qué nada. Una
buena película donde el tiempo ni se siente.