Como quien no quiere la cosa, llega a nuestras
pantallas la vida de las hermanas Williams, o la reciente película de un Will
Smith, más recordado por películas como “Hombres de negro”, o “Hancok”, aunque
no dejo de reconocer por otras cintas [“Siete almas”, “Soy leyenda” o “En busca
de la felicidad] su calidad actoral.
Hoy, un biopic pues sobre Richard Williams, un padre
inalcanzable al desánimo que respaldó sus esfuerzos obsesivos en criar a las
mejores tenistas de todos los tiempos, dos atletas que terminarían cambiando
para siempre el deporte del tenis. Esta idea así de sencilla [sin flash back]
es lo que se observa en una película buena, entretenida y llena de valores para
no desistir nunca en el mundo sobre propósitos y realidades.
Lo que podemos observar en el filme, es que las
hermanas Venus y Serena resultaron ser, además de tenistas bastante decentes y
educadas, a sublimes representantes de las chicas negras de todo el mundo. Richard (un excelente Will Smith) no habla
siempre de sí mismo o su plan para con sus hijas, como cualquier alma ególatra,
pero ese era un proyecto que, en definitiva, se reasignaba sobre sus propias
entrañas. Al fin y al cabo, estaba predestinado a completar su proyecto de
vida.
Sin la necesidad de adoptar una perspectiva que
reconozca el estatuto del relato vital desde un punto de vista más formal, si
se quiere; una evocación cinéfila es suficiente para que nos entendamos al
respecto. Moral (2009) afirma:
Un film
emblemático como Citizen Kane (Ciudadano Kane, Orson Welles, 1940), es
fácilmente “legible” como biográfico atendiendo a su articulación narrativa;
además de ser el protagonista indiscutible de la narración, la historia de vida
de Charles Foster Kane se construye a partir de diversos flashbacks (rasgo
habitual del biopic). De igual modo, si el continuo rumor de que lo presentado
es un retrato del magnate William Randolph Hearst apuntala desde fuera el tono biográfico
del film, el noticiario visionado por los periodistas al comienzo, trufado de
acontecimientos, datos y personajes conocidos por los espectadores, incide en
su revalorización referencial desde dentro (p.13).
No hay mucho pues que escribir sobre esta excelente y
sencilla producción cargada de ganas y sin complicaciones en la puesta en
escena. Vale la pena, eso sí, como un puto y aparte; un estudio del corpus de
la cinta a lo factual. Moral (2009) afirma:
Se utiliza aquí el término factual para establecer una
preliminar distinción en el universo de los discursos entre los relatos
factuales, basados en acontecimientos ocurridos, y aquellos otros ficcionales
que presentan acontecimientos posibles. A pesar de que el término factual no
está exento de contradicciones (el mismo Genette reconoce que los relatos
ficcionales también se enhebran mediante encadenamientos de hechos [Genette,
1993:53-70]), tiene la ventaja de evitar una nomenclatura que en su
constitución negativa (no ficción, non-fiction), refleja el privilegio otorgado
a los discursos de lo imaginario en los estudios narratológicos.
Esto es importante saberlo, pues la película no cae en
el cliché de siempre cuando se trata de éxitos de deportistas [tanto por la
noción de “historia de vida”, como por la eventualidad de delimitar la
biografía] a partir de la presencia de uno o varios personajes. Una idea que,
ubicada en el centro de la arquitectura narrativa al sujeto, en esta caso la
familia Williams [como realidad estable e invariable], presume la vida como un
itinerario encauzado, lineal, y encadenamiento de escenas ordenadas según la
intención que es tanto cronológica como lógica [es decir, el pasado como punto
de partida y origen, el futuro como meta y realización].
Referencias
Moral, J. (2009). Representación
cinematográfica del artista (tesis de doctorado). Universidad Politécnica
de Valencia (España).
Gonzalo Restrepo Sánchez
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