Gareth
Edwards, al que debemos aciertos como “Monsters” o fenómenos como “Rogue one: una
historia de star wars”, es un director radiante y con disposición para las
metáforas. Y él mismo da una clara respuesta a la paradoja que hoy nos ocupa, y
que podríamos describir como absurdo. El gran asombro es que la criatura
estrella de su película ni siquiera es un dinosaurio, es, en sentido estricto,
otra cosa de esos cruces de ADN entre bichos raros.
El personaje central es Zora (Scarlett Johansson), una
experta en operaciones comprometidas y su equipo de mercenarios en el que
sobresale Mahershala Ali; casi a la altura del mismo protagonismo está Jonathan
Bailey (un seductor personaje experto paleontólogo), y una familia: padre y
chiquilla incluida, que le pone ese acento de 'chiquillos en peligro' de la
que, creería ha forzado la selva jurásica.
Ahora, en cuanto alguien escrito por el afamado David
Koepp y hay que ser sincero, está abrigado por más de un deus ex machina. Es
decir, “una expresión latina que literalmente significa "el dios de la
máquina", entendiendo de con la acepción "denota de dónde es, viene o
sale alguien o algo” (Andújar, 2023). Su uso original proviene del teatro
antiguo, y se esgrime usualmente para referir cualquier resolución obligada en
una trama. Esta técnica resta credibilidad a la cuento, ya que la resolución
parece ser una forma de evadir la compromiso de solucionar el conflicto de un
modo más más natural.
La película coproducida por la empresa de Spielberg,
pareciese un homenaje a él su padre creativo (recordemos el primer tercio del
filme en alta mar y que se mueve como una remembranza a “Tiburón”), sino
también a aquellas películas de dinosaurios que popularizó la Hammer a finales de
los sesenta “Cuando los dinosaurios dominaron la tierra”, basada en una novela
de J.G. Ballard (cuya autobiografía produjo “El imperio del sol”, “Empire of
the sun”, 1987).
Un escenario distópico pues en este filme de Edwards, una
película hecha desde el goce aturdidor del cine ‘mainstream’ que todavía cree
que es viable hacer cine-entretenimiento sin mayores ínfulas. Respeto del
equilibrio ecológico de la naturaleza, predomina la grandeza de ese nuevo cine
de seducciones que no se abochorna de su majestuosidad. Filme a partir de los
espacios y el hábitat de sus criaturas humanas y prehistóricas, lo que calma un
entretenido incidente por tierra, mar y aire (que no parece dibujado por una
IA). También, es válido observar el sentido de la composición vertical —se
alinean “todos los elementos con base en una línea vertical imaginaria. Es la
dirección de la gravedad y se usa mucho en retratos que tienen una sola figura
central”— y que se planifica pensando en el fuera de campo. Algo no muy del
cine actual.