Un
interesante artículo en el diario El País de España sobre “Adagio para cuerda”
de Samuel Barber (1910-1981) con la que
se homenajea cada día a los fallecidos por el coronavirus en la Puerta del Sol
en Madrid, invita a muchas reflexiones y anécdotas.
La
primera sería que (y cita el periódico español) Barber envió la partitura de su
Adagio “al que era entonces la gran figura de la dirección de orquestas, Arturo
Toscanini, que se la devolvió al poco y sin ningún comentario, un gesto que su
autor tomó como un desprecio”. Cuando en realidad había sido todo lo contrario
y su estreno fue en Nueva York, en una grabación radiofónica, el 5 de noviembre
de 1938. Fue tal el éxito, que a partir de ahí la llevó de gira en su repertorio.
Elaborada
en 1936, “Adagio para cuerda” se ha convertido —a lo largo de casi ocho décadas—, en la pieza
más famosa de Barber. La composición musical se inició como el segundo
movimiento de su Cuarteto de cuerda, Opus. 11 y se ha convertido en un texto musical
muy popular entre los admiradores a la música clásica. No es pues en la Puerta
del Sol, donde se ha vuelto a escuchar para propios y extraños. El cine también ha sentido una profunda atracción
por el tema de Barber y se ha utilizado como parte de la banda sonora de varios
filmes.
Traeré colación dos títulos que forman parte de la
banda sonora de mis gustos por el cine. Aunque hay que reconocer que sin ser un
experto en el tema musical, siempre sentí atracción hacia ello. Por un lado: “Platoon”
(Oliver Stone, 1986) y “Elephant Man” (David Lynch, 1980), invito a ver ambos
filmes y descubran la melodía ‘Adagio para cuerda’. Una vez la hayan
identificado a través de redes sociales,
considerar la experiencia cinéfila de lo que realmente es sentir la tristeza y
desolación.
En
relación a “Elephant Man” (David Lynch, 1980) el dolor del ser humano y el
retrato de una sociedad. Joseph Carey Merrick fue un hombre que a
partir de los 4 o 5 años de edad, en su cuerpo principiaron a crearse bultos y
los huesos de sus extremidades y su cráneo se expandieron de forma anormal, y
por esta razón casi toda su vida, fue tratado como “el hombre elefante”.
De
todas formas la película nos da una versión propia, “focalizándose en otros
aspectos, como las reacciones de la gente y la sociedad ante su lamentable
situación, así como también en la interioridad del personaje. El discurso
interno de esta película intenta ser una crítica de la sociedad de esa era. Por
lo que se la distingue como una sociedad confundida incluso enloquecida
(escenas en las calles, bares, burdeles) haciendo énfasis en mostrar una
sociedad monstruosa” (Luis Martín).
Película
para estos tiempos difíciles y que recomiendo sea observada. Sin dudas este
largometraje sacude con su severidad a la hora de afrontar las escenas más
significativas y, una banda sonora que
recomiendo una vez más (escuche sobre todo ‘Adagio para cuerda’), no desentona con el argumento que se quiere
mostrar en la película; y que posee un ambiente conmovedor y taciturno, marcado
por la desdicha del interlocutor, la sociedad, y que no rebasemos nuestros
desvelos.
Hoy
día ya estamos teniendo una visión de la sociedad y de nuestra época, y también de un público en
su contexto histórico y social, dónde se sitúa la ficción. “El hombre elefante”
que, de manera sutil y sin exagerar en sus formas se expresa, y que igualmente en
el filme se le hace justicia al interlocutor al respetar su personalidad y
demostrando que en realidad John no es el monstruo, sino la sociedad que lo
humilló y torturó durante su vida. Una gran metáfora pues para intentar amar a
ese “hombre elefante”, a la larga nosotros los seres humanos y dejarnos de
tantas pendejadas: no dejarse acorralar por la furia.
Gonzalo Restrepo Sánchez
www.elcinesinirmaslejos.com.co