(Escrito el 20 de agosto del 2019 en este link)
Nos encontramos en los años sesentas —donde muchos
crecieron viendo televisión, al igual, de pronto, que usted y yo— para esta
película thriller, comedia negra y western a la orden de Tarantino que, cargada
de tantos guiños cinéfilos —en la música, filmes, en personajes y
situaciones—cualquier asistente culto cinematográficamente hablando, la va a
disfrutar mucho más que cualquier espectador desprevenido.
Otro aspecto importante para la valoración del filme
entre la estrella de un western televisivo, Rick Dalton (DiCaprio) y su
stuntman (Brat Pitt), es el corte entre la película filmándose con ellos y la
que muestra Tarantino. La cinta es una reflexión de un Hollywood Tarantiniano,
donde el cineasta se arrebataba en abundancia con la sonoridad circundante de
sus agudos diálogos e incluida la música, amén de los intereses fílmicos de los
productores.
Algo más que un meticuloso ejercicio de estilo,
Tarantino lo confía todo en la imagen —la de la televisión también— y de pronto
como si todo fuera metonímico entre gestos, miradas y silencios, registra a
casi todos los actores (y personajes) como Sharon Tate —cuando frente a una
sala de cine, dice que quiere entrar porque ella trabaja en la cinta que está
proyectándose— o Bruce Lee, purificando un sentido lúdico de la narración
temporal y en otros momentos de “realismo ficticio”.
“Todo mundo necesita un doble” dice George (Bruce
Dern) al doble de Rick. Claro que si —y en el cine más—, pero resulta que en la
vida sucede igual, sobre todo cuando en un universo de oropel como el
observado, todo es mentira —o verdad mentirosa— según el o los interlocutores.
Vale la pena recordar la película “Smoke”: un estanquero, interpretado por
Harvey Keitel refiere a un escritor (William Hurt) falto de ideas, un cuento
navideño.
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Gonzalo Restrepo Sánchez