El cineasta Taika Waititi creemos —de pronto— intenta
homenajear a Chaplin y Mel Brooks (ambos llevaron a la pantalla a un Hitler un
tanto pendenciero) en una traslación moderna y debatir algunas razones para
nada políticamente correctas de Hitler. Pero no, estrictamente deja de
manifiesto lo absurdo de un pasado cargado de intransigencia, castigo, radicalismo
y la cultura del odio y rencor hacia el otro.
Un agradable filme que arranca con la canción de los
Beatles, “I Want to Hold Your Hand” y Jojo
"Rabbit" Betzler (Roman Griffin Davis), un solitario niño alemán
perteneciente a las Juventudes Hitlerianas que muy pronto descubrirá y
enfrentará sus verdaderos miedos (aunque no tantos a la larga). Y de eso va el
filme en una primera lectura: las turbaciones de un niño que descubre un mundo
cargado de verdaderos aprehensiones, y, que pronto enfrentará.
Además la película es una fábula —para nada hitleriana
aunque veamos al Führer en la pantalla, pero que está solo en la mente del niño—;
que no pretende glorificar al nacismo. Es simplemente que, a la postre se puede
prescindir del mal y para ello el niño (la película es contada desde el punto
de vista de él) revela para confrontar lo anterior, que su casa tiene un escondite
en donde está reclusa una chica judía. A partir de aquí, todo lo que le han
dicho —aunque le resulte arduo superar una ofuscación— va a ponerlos a prueba
con esta verdadera amiga invisible y, sobre todo, buscar su verdadera
identidad.
Enfatizar para terminar un papel menor en la vida de
Scarlett Johansson, ya que no logra sacarlo de lo anodino que aparece en la
mente del espectador. Una comedia o sátira pues que no revela en el espectador
risa alguna, pero sí una reflexión sobre la imaginación infantil, póngalo en la
época que quiera.
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Gonzalo Restrepo Sánchez