El filme “Monos” de Alejandro Landes (“Porfirio”), sin
apostar por el bien o el mal, es una historia en clave de thriller que plantea a
través de unos niños soldados, sus rehenes y sus fuerzas: dejar a consideración
del espectador unos héroes como víctimas y, otros como villanos. Asimismo la
historia deja un claro eco sobre las sociedades secretas.
Y desde
este punto de vista, el filme de Landes señala con cámara firme lo que esto
representa en casi todos los órdenes de la sociedad y la vida del ser humano.
La colectividades secretas para algunos investigadores nacen de la necesidad
que tenían brujos, magos y hechiceros prehistóricos de proteger en secreto sus
prácticas y sus rituales, al mismo
tiempo que los compartían con sus alumnos o sucesores en secreto sus prácticas y sus rituales.
“Männerbunde
es el término germano que se utiliza para referirse a cierto tipo de
organización secreta, una especie de hermandad compuesta tan solo de hombres
(guerreros y cazadores) que ha existido desde los orígenes de la humanidad y
que se mantuvo viva, con ligeras variantes, hasta la época del nazismo”. Muchas
novelas hacen eco a esta temática (“El círculo mágico”, Matilde Asensi en “El
último Catón”, Umberto Eco en “El péndulo de Foucault”) y el cine por supuesto
no se queda atrás.
De manera
que “Monos” abarca todo el contexto de esas sociedades secretas. Hay una
necesidad en este tipo de búsqueda por dar imagen a todo, sin que esto implique
un acecho a lo desconocido. Los principios que motivan esta línea, es pues la
pretensión de, a través de filmar ese cosmos, luchas sin sentido y que solo
pueden acarrear una mayor destrucción.
Además de
señalar, catalogar un paisaje o un rostro en la cámara (cualquiera de los
observados en el filme), es sin lugar a dudas, dotarlos de laberintos. Aquello
nunca filmado, si se revela con ingenio, es capaz de amplificar los límites de
lo que deliberamos visible y audible, sin dar un paso fuera de nosotros, sin
abandonarnos.
Landes
aspira a ser ecuánime, sin ser pomposo y ligero, como si no pretendiera
perturbar la realidad con su cámara. No es pues una muestra de un cine
violento, pero sí a su vez, mucho más perspicaz para captar los detalles de las
relaciones humanas que, aunque apenas acontecen entre un grupo de personas muy
jóvenes, de pronto ilustran las experiencias diferenciadas y los matices que
patentizan el crisol de formas que tienen las personas de vivir sus realidades.
Gonzalo
Restrepo Sánchez
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