Sobre el tema de la bonanza marimbera en la literatura
colombiana, se pudo verificar y leer en “La noche de las luciérnagas” del
escritor José Cervantes Angulo, por allá en 1980. Y en el cine, sin lugar a
dudas el reciente “Pájaros de verano” (Ciro Guerra, Cristina Gallego, 2018).
Con cinco capítulos de esta historia ambientada en la
Guajira, nos recrea a través de una familia Wayúu, los pros y los contras de
aquella bonanza y caída del tráfico de
la marihuana en los años setentas y ochentas, amén del enfrentamiento a muerte
entre hermanos de la misma tribu guajira.
Con un toque a mi juicio a lo Tarantino, la pareja de
Guerra y Gallego utiliza el personaje de Rafael (su esposa, hijos y paisanos) para
optar por una narración poco pausada, sin excesivos planos fijos que recrean
las miradas de sus personajes y aspectos sobrenaturales guajiros con muchos
silencios que expresan más que todas las palabras del mundo y un interés por
los detalles que hace que las amenazas y la violencia entre los interlocutores,
siempre amenazan con salir a la luz en cualquier momento de cada capítulo de la
historia en esa árida tierra.
Y es que las tensiones ancestrales derivadas de la
cultura aborigen guajira y los conflictos internos, tienen ese carácter profético
que se pueden palpar en cada fotograma, sin necesidad de recurrir a demasiados
diálogos. Sin ser una obra sensacionalista —y polémica—, lo cierto es que sus
directores han sabido combinar con tacto y sin extremo escrupuloso, la vida
maldita de casi todos los personajes, dando lugar a una película verista y
cargada de buenas intenciones que esquiva, dentro de lo posible, recrearse en
los terrenos más espinosos y sangrientos (que los tiene) de una historia con
escenas violentas y nada aleccionadores.
La cinta “Pájaros de verano” sin apenas transiciones
en los saltos temporales, no titubea en mostrar la inestabilidad y las
debilidades de unos personajes heridos e imperfectos —sin la disposición además
para ganarse nuestra complicidad como espectadores—. Además, la relación entre casi todos ellos sin luchar contra sus
demonios internos —de un bando y otro— se construye a la larga sobre una punzante
verdad: la venganza.
Filme pues que no dejo de recomendar y que lo
atractivo de la película no anida tanto en la trama como tal, sino más bien en
la excelente recreación, sensibilidad histórica y estilística de un país como
el nuestro: un conflicto cultural que, además, borró a muchas familias guajiras
por venganza.
Gonzalo Restrepo Sánchez
www.elcinesirmaslejos.com.co