Mañana 16 de abril se conmemora 128 años del nacimiento de Charles Chaplin, una
de las figuras expresivas del cine de todos los tiempos. Fue un hombre
orquesta: lo mismo actuaba, producía, escribía, componía o dirigía. Para él no
hubo límites y su talento trascendió fronteras.
Para
una remembranza sobre el mítico Charles Chaplin, bien vale la pena recordar y
recomendar la película “Chaplin” (1992),
del cineasta británico Richard Attemborugh. Aparte de los interesantes créditos
que van desde Anthony Hopkings, Geraldine Chaplin, Kevin Kline, Dan AyKroyd,
hasta el director de fotografía Sven Nykvist. El filme —si bien ofrece a los
espectadores una visión fugaz de la vida del famoso cómico, sus mujeres y por
supuesto su cine—, no deja de ser una de las más completas biografías para el
cine, que sobre director alguno del celuloide se haya llevado precisamente a la
pantalla gigante.
Escrita
por el “oscarizado” William Goldman (“Todos los hombres del presidente”), Bryan
Forbes y William Boyd sobre el libro de Chaplin, “Mi autobiografía”. La
película nos permite hablar de un hombre cuyo padre al morir cuando este tenía
doce años de edad, estaba predestinado al mundo del espectáculo. Vale la pena
recordar que su padre se llamaba igualmente Charles Chaplin y era un cantante
de “music-hall”.
La
primera película “Charlot periodista”
(“Making a living”) en la que aparece vestido como un “dandy” de dudosa
elegancia, fue mediocre, aunque bien recibida por la crítica especializada de la
época. En su segunda cinta “Carreras sofocantes” (1914) adoptó el vestuario con
el que habría de ser famoso. Según la leyenda, estaba compuesto por prendas de
vestir que le pidió prestadas a otros actores cómicos de Sennet —un actor y
productor quien lo descubre y que es interpretado en el filme “Chaplin” por Dan
Aykroyd—. Los gigantescos pantalones eran de Fatty Arbuckle, las botas de Ford
Sterling, la pequeña chaqueta de Charles Avery, el sombrero hongo pertenecía al
suegro de Arbuckle y, el bigote (drásticamente recortado) era de Mack Swain.
Visionando
hoy día las películas de Chaplin, resultan bastantes torpes y primitivas. En
sus tramas abundan los dentistas, los policías, los maridos celosos, los
choques de automóviles, los coqueteos ilícitos, los resbalones, los golpes y
las carreras. Sin embargo, en el filme “Charlot conserje” (1914), Chaplin —según
los expertos—, logra alcanzar una mayor sutileza como actor y director. Hasta el
año de 1922 con la compañía Essannay, el actor logra una serie de títulos
interesantes de analizar como “Charlot cambia de hábito”, por ejemplo. Además,
como director realiza un espléndido cortometraje cómico sobre la industria del
cine.
A
partir de los años treintas, Chaplin redujo drásticamente su producción,
dedicando hasta cinco años a cada película que realizaba. Cuando se embarcó el
en proyecto “Luces de la ciudad”, el cine sonoro ya era una realidad y Chaplin
había sido testigo de la caída de otras grandes estrellas del cine cómico de
los Estados Unidos. Así que decidido a no poner en peligro su personaje, realizó
la película no hablada, pero con acompañamiento musical. En “Tiempos modernos”
(1936), el actor y director se atrevió a pronunciar algunos divertidos
trabalenguas, pero en general basó toda su película en la mímica y en la pantomima, por lo que esencialmente
sigue siendo una obra muda.
Sus
tres últimos trabajos cinematográficos fueron “Candilejas” (1952), película en
la que aparece su amigo Buster Keaton, “Un rey en Nueva York” (1957) y “La
condesa de Hong-Kong” (1967), tres films que no contaron con la aquiescencia de
la crítica de cine en su momento, e incluso inferiores a sus mejores obras.
Respecto
a su vida personal, En 1943 se casó con Oona O’Neill, la hija del escritor
Eugene O’Neill, con quien compartió el resto de su vida y con quien tuvo ocho
hijos (once en total con base en sus anteriores relaciones).Chaplin en su vejez
de dedicó a componer nuevas partituras para el reestreno de sus películas
mudas. Fueron sesenta y dos años que le dedicó al cine y que sin lugar a dudas
constituyen un record que será difícil de superar. Al encuestar a autoridades
de la historia del cine y a cineastas de muchas partes del mundo sobre la gran
obra del maestro Chaplin, sólo señalan a dos cintas: “Tiempos modernos” y “La
quimera del oro”. Si bien su obra maestra es el filme antes citado, también
involucraría a “El chico” con todo el respeto.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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