En
la historia del cine, todo se ha contado. Lo único que permanece abierto y
renovable es la formar de contar. Y si intentamos buscar cual es la tesis que
más ha tocado el cine, sin lugar a dudas el tema del amor (en todas sus
variantes). Y es que el amor bien lo merece, pues es y será el origen de todo
en esta vida.
Sin
embargo, no hay día en que las noticias internacionales no dejan de señalar
bombas humanas y atentados en el mundo islámico. Parece una historia de
nunca acabar y el cine no se ha quedado
atrás en este sentido de mostrar esa realidad. Ya en su momento el cineasta
Peter Greenaway (“Drowing by numbers”) decía que “el cine ha de servir para mostrar
algo más que historias” y en muchas ocasiones para estos temas lo ha asumido a
cabalidad.
En
este contexto, sería necesaria entonces (como insinúa Debray en su texto “Vida
y muerte de la imagen”) una historia de la mirada que conjugue a su vez: una
historia del arte (que se ocupe de las técnicas de fabricación), una semiología
(que se ocupe de los aspectos simbólicos) y una historia de las mentalidades que
se dedique a pensar el papel que ocupan las imágenes en la sociedad), (Arango y
Pérez, Anagramas, Volumen 6, Nº 12, pp. 129-140)
Y
esto viene a colación ante la pregunta si existe alguna película al respecto,
es decir, cuáles serían los filmes para estudiosos del conflicto islámico. Se
me ocurre en esta instancia, traer a colación “Los caballos de Dios” (1912). Una
película dirigida por Nabil Ayouch, donde el director francés de origen
marroquí nos introduce en ese atroz cosmos.
Pero
lo hace a través de la mirada de dos hermanos, quienes desde su juventud
aprenden a administrar irreparablemente signos que impone —y parafraseando el
título de un filme— la ley de la calle, hasta caer en las garras yidahistas,
donde son despojados de cualquier tipo de ideas y sentimientos hacia el mundo
en el que viven (entre otras cosas marginal), para ser la raíz del
fundamentalismo islámico. Y es que […] ciertamente cuanto
menos se impone la imagen por sus propios medios, tanto mayor es su necesidad
de intérpretes que la hagan hablar. ´para hacerle decir lo que no dice y lo que
no puede ni debe decir´. The less you have to see, the more you have to say” (Karlen,
anne-marie. En: Debray, 1994, 48).
Esta
cinta basada en la novela “Les étoiles”, de Sidi Moumen, “Las estrellas” es el
nombre de un barrio marginal de Casablanca, donde la abyección de jóvenes sin
futuro, juegan al fútbol con el deseo más profundo de ser algún día estrellas
del balompié. Y es que en este cosmos de la exclusión social y abyección, vemos
seres que transitan a la larga en callejones sin salida.
Silver
(1994) formaliza una descripción bastante clarificadora sobre la evolución del término
exclusión social. Arguye que el discurso de la exclusión comenzó a debatirse en
Francia durante el decenio de 1960 para formular referencias vagas e
ideológicas a los pobres, hablando de los excluidos (v.g. Klanfer, cit. en
Silver, ibid.) y cómo el concepto de exclusión no llegó a difundirse mientras
no sobrevino la crisis económica. Asimismo describe cómo durante el decenio de
1980 la noción fue utilizándose gradualmente.
Pero
volviendo a la película “Los caballos de Dios”, si bien observamos un relato a
la larga sobre la pérdida de la inocencia y la manipulación religiosa, luce
lleno de fuerza poética y simbólica, funcionando en cierta medida como una
metáfora social de ese mundo yihadista.
Pero
también, y en esto del cine como un arte para mostrar realidades, vale la pena
traer a colación al filósofo francés Deleuze, cuando reclama precisamente para
el cine: una reflexividad específica, postulando una “conciencia-cámara” que
ningún cuerpo puede encarnar: “la única conciencia cinematográfica no somos
nosotros, los espectadores, ni el protagonista: es la cámara, a veces humana, a
veces inhumana o sobrehumana” (Deleuze I, 2005: 38).
A
modo de conclusión pues, película altamente recomendada y dolorosa y, para
traer a colación otro punto de vista; cabe enfatizar y como lo escribió en su
momento el crítico de cine Luis Martínez del periódico “El Mundo”, de España: 'yihadismo'
no es tanto una excepción, una consecuencia sucia de la ideología, la religión,
la fe o el simple fanatismo, como el punto de llegada de unas vidas condenadas
a la miseria. Eso es lo que nos quiere explicar “Los caballos de Dios” con su
mirada de antropólogo. De todas formas, usted amable lector, tiene la última
palabra.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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