Esta será la película
extranjera más importante del año para los “Oscars”, amén de otros países donde
halla premios a la cinematografía universal. La historia para introducirnos a
los personajes, arranca en un salón de clases, donde los chicos y las chicas
—entre ellos los protagonistas del film—, leen
párrafos de la novela “La Princesa de Clèves” (publicada en
1678, es la primera novela psicológica moderna).
El libro trata de la
historia de una pasión amorosa quimérica, en la que se muestra de modo solemne
la vida interior, las conjeturas de felicidad, las soledades y las fortuitas
apatías de un alma en la que luchan los más opuestos sentimientos. Y de eso
trata este magnífico filme, cargado de las escenas con más acento lesbiano
(¿explícito?) en el arte de amar. Y es que a partir de esta premisa, el cineasta Abdellatif Kechiche revela su enfoque hacia
unos personajes adolescentes en el más íntimo retrato jamás realizado en el
cine reciente.
Obra pues maestra, si nos atenemos a cómo las imágenes nos arrastran en
nuestro interior a los recónditos placeres y sensaciones de la piel que habito,
y parafraseando el título de Almodóvar. Con una sensación de descanso, la
cámara nos recuerda con honestidad y modestia, que siempre la protagonista se
urde contra las conformidades del amor afable, que hace imposible una relación
cualquiera. Súmese a todo lo anterior, un diálogo existencialista al mejor
estilo de Sartre (admirado por la joven pareja lesbiana).
Gonzalo Restrepo Sánchez
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