viernes, 29 de marzo de 2013

UN TRANVÍA LLAMADO DESEO



Basada en la obra homónima teatral de Tennessee Williams, “Un tranvía se llama deseo” (1951), es quizá una de las películas más influyentes en la historia del cine universal. Una dramática y teatral película, que basa su éxito en las caracterizaciones de dos seres opuestos: Blanche (Vivien Leigh) y Stanley (Marlon Brando) . Si bien por momentos, Elia Kazan —y por supuesto la obra de Williams— señala con su cámara el lado bueno del ser humano, prioriza “el lado oscuro del corazón”, observando el lado amargo del ser humano.

Cuando escuchamos en el filme frases como: “el cincuenta por ciento del encuentro con una mujer es una ilusión” y “lo que le pertenece a la mujer, le pertenece al marido y a la mujer”, como uno de los pensamientos del “código napolitano”, que rigen al neurótico de Stanley; entonces nos enfrentamos desde el primer momento a una violenta relación, donde los personajes tejen el drama por la lucha de la autoafirmación y la anulación del otro.

A estas alturas de la vida no creo que se pueda escribir nada diferente a lo que ha se ha escrito. Pero, ¿qué significa el nombre del tranvía (“Deseo”)? según Locke el deseo es la ansiedad que surge como consecuencia de la ausencia de algo cuyo goce presente comprende la idea de deleite. Para Spinoza, el deseo es simplemente el apetito acompañado por la conciencia de sí mismo. Si al ver la proyección de la película, usted cree haber resuelto la formulación, entonces usted procure que no le pase lo que a Blanche, o deje de ser Stanley. ¡Le irá mejor en la vida!

Gonzalo Restrepo Sánchez
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