Un ambicioso film (de
arte y ensayo) que puede resultar por su exceso en el metraje y las historias
entrecruzadas, difícil de advertir pues resulta una alegoría trufada. El film
arranca con tres biografías diferentes y “actores” disímiles, para prologar
sobre la verdad y sobre la realidad. Y es que alguien que a modo de Atlas (en
la mitología griega, el gigante que sostiene la Tierra y el firmamento sobre
sus hombros) cuenta su fábula y luego permanece omnisciente a lo largo del
asunto, intentando hilar lo que él a su antojo quiere.
Así que el film arranca
en 1849, para pasar luego a un compositor homosexual en 1936 y pronto a 1973
con Luisa Rey (Halle Berry), una periodista que con una marca en su piel,
parece arrancar de una vez la trama, que nos lleva al 2012 y luego a 2144, con Sonmi-451
(el segmento diegético que más me gustó, si se analiza aisladamente, de tanto ir y venir el
relato del presente, al pasado y al futuro. ¡Uf, qué pesadez!)
Con varios clímax en el
tercio final, surge la interpelación: ¿Todo es culpa del azar? Y es que cuando
volvemos ya en el último tercio del asunto, y observar la introversión del
Atlas, me queda una conclusión: “somos lo que somos, porque otros fueron lo que
fueron”.
Gonzalo
Restrepo Sánchez
No
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