jueves, 27 de noviembre de 2025

Costa-Gavras y su reciente filme "El último suspiro"

 

Después de ver la película reciente de Costa Gavras, creería que mi idea inicial y sobre reflexiones posteriores a la proyección del filme, es que la «razonabilidad» (a pesar de las diversas acepciones que asume) dirigida a la normativa de la tragedia griega y muy sustancial al «acto ilocutorio» (el fin del hablante, su objetivo inmediato) y que nos lleva a “Mientras agonizo”; ya que en el texto, cuando la mujer Addie Bundren agoniza alrededor de sus cinco hijos, está presente dicho «acto ilocutorio», en una familia sentenciada al sufrimiento y a una disolución lánguida e inexorable. Además, con la introversión y la fuerza «ilocutoria» de Addie en su lecho de muerte: solo recuerdo —y parafraseando uno de sus últimos juicios— que mi padre me decía que el sentido de la vida es prepararse para estar mucho tiempo muerto (Faulkner, 1978). Por cierto, en el libro de Rodolfo Braceli, Ciento un años de soledad (2012), ante la interpelación sobre la muerte, García Márquez responde: «Lo único malo de la muerte es que es para siempre» (MDZ Cultura & Ciencia, 2014).

Basándose en el libro que recoge las charlas entre el escritor Fabrice Toussaint y el doctor Augustin Masset —recreados en pantalla Denis Podalydès y Kad Merad— el director atesora una serie de incidentes en los que pacientes y médicos comparten intimidades, no obstante lo forja con tanto vigor y tan despojado de vínculos afectivos, que, entre las escenas, , lo que se comunica es un contagioso y correspondido hálito de vida.

Por el camino del metraje, una grata cantidad de actores de secundarios (Ángela Molina) nos conceden historias conmovedoras, finales felices y afrentas decentes que 'El último suspiro' examina complicadas situaciones de la realidad de la vida misma, no encubriendo jamás los aprietos para pronosticar el grado de autenticidad al que debe mostrarse cada paciente y la esencial importancia que simbolizan la familia y el hábitat de cada uno. En pocas palabras, algo comprensivo, sin ningún tipo de distinción moral en esta materia, aquello que se circunscribirá más al mundo interior de quien lo advierte, sin supuestas censuras, o al menos no tan inmediatas, de su entorno.

Por lo demás, en lo estrictamente cinematográfico, un relato íntimo al que nos referiremos, y subrayado en este filme de Costa Gavras con una “puesta en escena como digo: cerrada”, es decir, sin predisposición claustrofóbica, y por la profusión de referentes que encuadran los planos (excelente casting en los papeles secundarios) y unos planos nada prolongados, y en ocasiones sin ampliar el encuadre. Y es que para hablar sobre la muerte, todo es como un bosque que nos rodea, solo nuestra mente hace las veces de corte sobre el entorno en que se mueve el deseo de vivir.


Le rêve de Noël, de Georges Méliès

 

Más que una crítica es mostrar la primera película en el mundo que sobre la Navidad se rodó. dirigida por el pionero del cine Georges Méliès en 1900, es una encantadora película que explora los sueños mágicos de un niño en la noche de Navidad. A través de innovadoras técnicas de efectos especiales para su época, Méliès crea un mundo fantástico donde lo imposible se hace realidad, capturando la esencia del espíritu navideño.


Méliès aparece dos veces en El sueño de Navidad, como el mago y como el mendigo. La película incluye símbolos derivados de la tradición cristiana, como una oveja y un león, así como un motivo emblemático del propio Méliès: un bufón. La larga y (para Méliès) inusualmente serena toma de una campana de iglesia también funciona como símbolo; Puede leerse como un ritual comunitario de paz, visto desde una perspectiva suavemente nostálgica.

 

El estilo de producción es ecléctico y teatral, con una mezcla de estilos de ropa de varias épocas diferentes y yuxtaposiciones estilísticas como palomas vivas en el mismo encuadre que una campana de iglesia plana y pintada.

jueves, 20 de noviembre de 2025

La hermanastra fea

 

Esta reciente película ganadora este año en el festival de cine de terror de Sitges, es una nueva versión si se quiere de la “Cinecienta”. Tema que ha sido llevado ampliamente a celuloide. Su directora Emilie Blichfeldt dinamita la noción y percepción que tenemos de la fábula, para trasladar nuestra mirada hacia Elvira (Lea Myren), una de sus hermanastras, ofuscada por conquistar el amor del príncipe Julián aunque eso presuma transfigurar su cuerpo por completo para acomodarse a la complacencia del momento. Elvira aguanta cirugías bruscas, bacterias monstruosas e instrucciones cosméticas inspiradas en los años 1900. La mixtura de horror físico y humor mordaz asegura al habitante de la sala de cine que sus luchas sean tan burlescas como alarmantes.


Así que sobre una invitación de “terror corporal” (y aproximación a lo Cronenberg) que busca mostrar las hipocresías que subyacen en la historia echando mano de un humor negro extremado e instantes realmente desagradables, de esos que te exigen a retirar la mirada o no perder de vista de forma discontinua mientras te cubres el rostro.

La película de Blichfeldt jamás se pone excitable por afirmarse en su inadmisible contexto. La diferencia entre el caricaturesco “viaje de Elvira” y el irritante e impasible ascenso de Cenicienta acrecienta una arista cáustica al comentario feminista de la película. Mientras que Elvira se consume en su búsqueda de cambio, la película mezcla momentos de humor incómodo y agudo con algunas escenas sorprendentes. La comedia física que resulta de sus desgracias es ingeniosa de modo sarcástico, y la crítica sobrentendida a los patrones de belleza, que son cruelmente penetrantes, le da a la cinta una profundidad y unas resultados que la mantienen con los pies en la tierra.

 

martes, 18 de noviembre de 2025

UN FANTASMA EN LA BATALLA

 

La película “Un fantasma en la batalla”, representa el regreso al cine después de casi ocho años de Agustín Díaz Yanes. Un filme que es una muestra de cómo sea hace precisamente un trabajo extraordinario. Pero Díaz Yanes se cuida de no caer en la pura exploración de los hechos y prefiere hacer una película poética (desde su título y que haya aliados en esas canciones italianas y en la interpretación de Susana Abaitua). Con base en Elina Liikanen (2012) podríamos crear tres modos de personificar literariamente el pasado: el vivencial, el reconstructivo y el contestatario. Estos tres horizontes caminan de más a menos en la ilusión mimética y horizonte de sabiduría y, de menos más, en cuanto al trayecto que sitúa a los espectadores (y lectores) en la correspondencia con lo contado.

“Un fantasma en la batalla” con un guion elaborado a base de penetrantes recursos de ese “cine de espías”, con una fotografía y un uso de la imagen de archivo que pone nombres y apellidos a las víctimas de ETA durante aquellos años del terror. Este es pues un thriller de espías que retrata con insondable garbo y perspicacia el desarme de los zulos del sur de Francia que los infiltrados de la policía causaron a lo largo de la década de los 90.

Bien cabría en estas pocas líneas, destacar el trabajo de la actriz española Susana Abaitua, ofreciendo al espectador el personaje de un “topo” y la certeza de una verdad y conciencia para permanecer sentado sin decir palabra alguna sobre su butaca. Somos lo que recordamos, pero además y de manera notoria, lo que olvidamos. Cuando esta maniobra es estimulada, nutre una identidad disfrazada pues: “[…] quien es capaz de traer a la memoria lo que otros no recuerdan es tan solo un fantasma; del pasado solo se rememora lo que de él queda vivo en la conciencia del grupo” (Benjamin,1989).

“Un fantasma en la batalla” es una obra abierta y claramente política, establiendo en una donada voluntad por mostrar a una audiencia no solo un conjunto de tesis sobre lo observado en una España y una época. Por otra parte cabría el panegírico de un filme que acopia el testigo de los maestros del “film noir” (Ray, Lang, Siodmack o Preminger) para edificar un thriller que incorpora encanto y reflexión crítica. En verdad, este influjo de los clásicos del “cine negro” no solamente se halla en la eventualidad última que alienta todo el conjunto, sino también, de una manera más concreta, en el uso de una serie de recursos (la música, entre otros) como andamio de los sucesivos acontecimientos a través de los cuales avanza la trama.

jueves, 13 de noviembre de 2025

El ministro de propaganda

 

Una vez más, observada la película, llego a la conclusión de que política y verdad (parafraseando a Arendt) nunca fueron buenos amigos. Así que este filme alemán, dirigido por Joachim Lang (Cranko, Mack the Knife) lo afirma a través de la figura de Joseph Goebbels, la figura protagonista de “El ministro de propaganda”. Un auténtico mago de la propaganda, del poder de la imagen.

Y de eso va la película. Al margen de los asuntos políticos y propagandísticos, también observamos una personalidad y habilidad para promocionar en muchas ocasiones “falsas verdades políticas” y relacionadas con Hitler.  Esta excelente película alemana, destaca precisamente por un montaje que yuxtapone diversos documentales, material de noticias y películas de propaganda nacionalsocialista de aquella época (como la famosa “El triunfo de la voluntad” de Leni Riefenstahl o “El judío Suss” de Veit Harlan).

A lo largo de sus 135 minutos de metraje, conocemos a los individuos que hubo detrás de todo aquello, verdaderos asesinos, aunque pudo haber sido más en el contexto historiográfico, ya que muchas cosas las conocemos. De todas formas, Goebbels, interpretado de forma brillante por Robert Stadlober (“Summer Storm, Enemy at the Gates”), es descrito como un individuo fraccionado entre su compromiso como hombre de confianza del Führer, sus deberes familiares y sus vicios y placeres (líos de faldas incluidos, por supuesto). A Adolf Hitler lo interpreta Fritz Karl (“Fear of Heights, Di Patin”), concediendo a la figura histórica de apariencia y veracidad en un papel que históricamente ha sido riguroso para muchos histriones.

Sin mirada autoral viene dada por la forma de contarnos el asunto, y asimismo por los semblantes, digamos, tonales. El campo de batalla (política-verdad, manipulación- prensa) de esta lucha pomposa por momentos de Goebbels se encuentra en casi todo el metraje. En este entorno, a la larga tan anticlimático se ocultan los mensajes que Hitler siempre quiso tener, los cuales, con un acento y una solemnidad muy paródicos, a la larga un recital de diálogos en los que mencionan la épica de una misión sin éxito.

Frente a una invariable tensión bélica hacia Europa, en la que se hallan las partes comprometidas (Goebbels- Hitler), va ampliándose y dejando víctimas por el camino, hecho que despertará para la historia el recelo de dos no muy avispados personajes ya que resolvieron sus errores quitándose la vida respectivamente. Pobre final.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

“Afterburn”

 

Una película más en el contexto de floja y sin medir parámetros más acordes a un cine de acción menos cargado de clichés. La idea a la postre es que este filme se parece a muchos pero a su vez a ninguno por esa falta de innovación en la trama cargada de mismos arquetipos ya establecidos en este cine de popcorn.

El resultado más corriente de esos malos resultados suele ser una película como ésta, en la que el múltiple campeón de lucha libre Dave Bautista expone una vez más que no hay una relación directa entre este prototipo, carisma y el ex stuntman. J.J. Perry, por su parte, ofrece la certeza final de que no es lo mismo concebir efectivamente una persecución entre autos competitivos que ejecutar un film.

Como podemos observar, un relato lo sobradamente elemental como para que se pueda mantener el “scrolleo” por redes sociales, Una película pues que es una road movie postapocalíptica, en la que nuestro protagonista va de lugar en lugar buscando un objeto que nada tiene de maravilloso. Sin embargo, el relato se las arregla para estancar en todo momentos, que nada podría suceder.

“Afterburn” es una película que intenta combinar muchas cosas y no le sale bien en casi ningún caso. Toma elementos de “Mad Max”, de Doomsday (o de otras creaciones de serie B) protagonizadas por el propio Bautista —nos recuerda también a “Tierras Perdidas”— y las ajusta para brindar un fingido espectáculo de aventuras y acción que no cumple en ninguno de los casos, del espectacularidad.

 Dejándonos con la impresión de producto anodino y aburrido por momentos, que no cumple con lo que una película así puede ofrecernos, debenos al menos reconocer gallardía y buen ritmo. Al menos, con acción desordenada o con un humor desatinado, el filme sería bastante mejor.

martes, 11 de noviembre de 2025

Predator: Badlands

 

De entrada podríamos plantear que este «Depredador» (John McTiernan, 1987), causaba tanto susto, que el de hoy día y cuarenta años después, resulta ser más un amigo. ¡Sí, y no les estoy mintiendo! Si bien el asunto así visto parece interesante, cabría añadir a modo de ilustración que Dan Trachtenberg (el director del depredador actual) nos hizo retroceder hasta los tiempos de la Nación Comanche en “Predator: La Presa”, revelando que los “yautj” no solo vinieron a la Tierra para hacer que Arnold Schwarzenegger y Danny Glover tuvieran un bravo encuentro. Pero vayamos por partes:


Ambientada en el futuro desde un planeta remoto y letal llamado Genna, aparece Dek ((Dimitrius Schuster-Koloamatangi), un joven Predator que su fiero clan y su padre margina por ser considerado un tipo débil. Pero Dek, dispuesto a mostrar todo lo contrario. En ese camino, este personaje tendrá un aliado importante y es el androide Thia. Además “Predator: Badlands” se describe por su aludido enfoque: no hay ningún humano en toda la película.

Hablando de Genna tiene paisajes increíbles, pero todo, y me refiero a absolutamente todo, es letal. Una localización creada por Alec Gillis (Depredador) y Dan Trachtenberg. Creería que el filme tiene el sello de la casa Disney, aunque no se si para bien o para mal. El personaje de Elle Fanning sirve más como alivio y da cierta comicidad. De todas formas, no hay una mirada autoral, y también figamos que por los aspectos, digamos, tonales. “El campo de batalla” de Dek y su lucha grandilocuente se encuentra en una región a la postre inhóspita.

Dan Trachtenberg ofrece pues, no tanto una mirada personal al género de la ciencia ficción, pero se permite caprichosamente nutrirse de sus referentes principales. Las obras de las que se sirve, creería que “Dune” (la de Lynch), entre otras. Quizás podría llegar uno a pensar que esto se trata de una carísima broma. Sin embargo, en un análisis más detenido, acabamos apreciando, por una parte, el franco aprecio por estos y otros filmes similares, por su épica y su panorama.