Con una clase magistral
de interpretación de Christian Bale (en el papel deDick
Cheney) y digna de un Oscar por supuesto, la película si bien es biopic, nos
lleva de la mano a entender los intríngulis de la política, el vicio del poder
y una disección de la clase política (creo yo del planeta). Además, ese lado
oscuro del corazón como lo es la hipocresía y los intereses creados.
“Vice” es a la larga
una denuncia a la historia de la humanidad con personajes como Rumsfeld y el
propio George W. Bush (Sam Rockwell), donde en voz en Off se plantean a mi juicio dos
estructuras fílmicas (con técnicas del documental y tono), por un lado la vida de Cheney y por otro, los hilos del
poder (las guerras y el poder económico).
Hay que recordar al
amable lector que cintas como “El candidato” (Michael Ritchie, 1972) o “Todos
los hombres del presidente”(Alan
J. Pakula, 1976) ya tomaban este asunto de “los vicios del poder”.
Película pues cargada de mucho diálogo y una frase que se lee en el filme y que
sentencia lo que realmente estamos viendo: “Cuídense del hombre callado, porque
mientras él observa y otros actúan, él planea. Y cuando ellos descansan, el
ataca” (Anónimo).
Muy poco en realidad se ha comentado y escrito y sobre
el “Síndrome de hubris” y hace referencia a inconvenientes físicos, maneras y conductas
que se suelen identificar en individuos que tienen “altos cargos” de gobiernos,
especialmente en muchos jefes de Estado y su abuso del poder.
Fotogramas del filme "Ciudadano Kane"
Una buena definición del poder es la que ofrece la
Enciclopedia editada por Diderot en 1765: “El consentimiento de los hombres
reunidos en sociedad, es el fundamento del poder. Aquél que no se ha
establecido más que por la fuerza, no puede subsistir sino por la fuerza; jamás
ella le puede legitimar, y los pueblos conservan siempre el derecho de reclamar
contra ella”.
Ejemplos sobre el abuso del poder (democrático) se
halla en “Sacco y Vanzetti” (Montaldo, 1971). En “Ciudadano Kane” (1941), un
señor que dominaba un imperio a través de posesión de medios de comunicación, fábricas
y atacado por ser comunista (y también fascista), se definía así mismo como un
“americano”, codiciando ser presidente de la nación.
Fotogramas del filme "Sed del mal"
En América Latina, por ejemplo, identificamos a
personajes como Maduro, Lula da Silva, Santos u Ortega, que sufren de este
síndrome de hubris político y que se creen capaces de grandes obras, que de
ellos se esperan grandes sucesos. Además, creen estar al corriente de todo (y
en todos los escenarios) y mangonean más allá de los límites de una tradicional
moral.
En el libro “El síndrome hubris: Bush, Blair y la
intoxicación del poder”, publicado en 2011, se prevé el asunto. Su escritor
David Owen construye los elementos psiquiátricos del síndrome hubris y son muy
pocos los políticos que se escapan de ello. Sobre todo porque son capaces de dictar
su propia Ley, si bien ambivalentes respecto a la amistad (el ejemplo lo
encontramos en “Sed del mal” de Orson Welles).
En la mitología griega, la diosa Némesis (encargada de
castigar a las personas que padecían hubris) hacía justicia ante los hechos realizados.
Y es que si el hubris precede siempre a la sanción, la historia está destinada
a repetirse (un Maduro como ejemplo una vez más). El concepto lo plantea el
historiador inglés Ian Kershaw en sus dos volúmenes sobre la vida de Adolfo
Hitler: “Hitler 1889-1936: Hubris” y “Hitler 1936-1945: Némesis”.
El cine lo ha mostrado siempre (aunque no parezca) en
“Lula, el hijo de Brasil”, que cuenta los 35 primeros años de la vida del
presidente y ex sindicalista, desde su nacimiento hasta el instante en que
muere su madre y es recluido por los militares debido a sus actividades
sindicales durante las huelgas de los metalúrgicos de São Paulo en 1980.
Son muchos los filmes a citar, pero de pronto “Macbeth”
(1950), sería la quintaesencia sobre ese ejemplo de la ambición y desasosiego
por apropiarse del poder. Que no se crean nuestros presidentes de América
Latina (sean de derecha o izquierda) los fuera de serie y que en el contexto
del cine, evocan a “Impulso criminal” (Richard Fleisher, 1959) donde dos
personajes amorales creen haber realizado una contravención perfecta, aunque lo
cierto es que han dejado pistas que los incriminan.
Este reciente filme de Yimou deja muchas lecciones para los profanos (y no
tanto) en el cine. Su concepto de la fotografía, la obra maestra de la música
minimalista de Lao Zai y la estructura de guion. En este último sentido, la
historia nos relata la vida de personajes entre el yin y el yang, casi en una correlación
a tres (un rey salvaje y peligroso, el
comandante militar de su ejército, Jing y el objeto del deseo: la hermana del
rey).
Pero lo que vale la pena en esta oportunidad, en escribir sobre el género
en cual se basa esta película y me refiero al Wuxia (exclusivamente asiático). Para definir bien el vocablo,
se puede traducir cómo la unión de dos palabras: Wu 武 que significa artes marciales, pelea, lucha y Xia 俠 que denota a un caballero, notoriedad, un código de
honor, etc.
Así que al observar las películas wuxia (como la que
hoy analizamos: “Shadow”), tienen innegables componentes de artes marciales y, asimismo
cuentan con unos protagonistas bien distintos a un escueto personaje de artes
marciales. Algunas características de este género son: las afines con la magia,
poderes, eventos sobrenaturales, idealismo y venganza.
Contando casi siempre el mismo tipo de historias de
héroes y usando siempre un alto componente de ficción. Un wuxia es la inconfundible
historia que narra la vida de un héroe que ha sido abrumado o ha experimentado
alguna desdicha (de tipo amoroso, familiar, humillación) y que este personaje
se ve forzado a transitar un pasaje (metafórico) que le dará una gran
experiencia (habitualmente en forma de artes marciales) y por parte de grandes
maestros. Al final, la historia terminará demostrando y poniendo a cada quien
en su lugar tras una trama de intrigas.
“Shadow” también es una historia de confabulaciones,
ya que el rey ignorando los consejos del comandante Yu, prefiere demandar la
paz con los invasores e incluso les ofrece a su hermana en matrimonio para
sellar la alianza de los craven. No obstante, Yu introduce un duelo (uno a uno)
con el legendario e imbatible lancero general Yang, en un lugar (donde suceden
este tipo de historias) denominado en el género como: Jiangsu.
Esta película nominada a la mejor en la ceremonia del “Globo
de Oro” este 2019, en cierto modo me evoca al ya lejano filme “Paseando a la
señora Daisy”, aunque en esta ocasión el chofer es blanco. Si esto es posible,
entonces podemos diseñar varios aspectos que se pueden observar sin rigor alguno.
Este filme dirigido por Peter Farrelly (“Algo pasa con Mary”), representa un viaje
de felicidad a través de una exacerbación claramente estadounidense.
Por un lado el filme “habla” sobre la amistad sin
fronteras, y esto sí que es bien importante hoy día, aunque la historia se sitúa
en los años sesentas. Película pues con drama y comedia (música) que está
destinada a ser un crowd pleasers (un tipo de película que procura deleitar a
todo el mundo, pero elaborada con un presupuesto moderado). Visto de otro modo,
sería ver temas y asuntos rigurosos (como la vida misma), pero su tratamiento
cinematográfico siempre será amable.
“Green Book” (un par de vocablos que hacen referencia
a las guías de viaje que enseñaba a los ciudadanos norteamericanos negros en
qué hospedajes de los Estados unidos del sur podían pasar la noche) es una atractiva
película con buenas emociones. A través de un sencillo guion (con buenos diálogos
además), el filme se mantiene en una disposición autoral que adquiere su propio
estatus y original, gracias a una relación emocional entre dos seres humanos y (reitero) en clave de comedia entender que
vivir es sencillo. Saber vivir es muy difícil.
Realmente no sé qué dirán los críticos de cine más
exigentes, pero esta cinta es realmente una muestra de la capacidad de
imaginación y buen quehacer de ese cine blockbuster y que entretiene mucho.
Pero también es preciso señalar algunos criterios de este cine por supuesto de
consumo, pero que no deja de asombrar por la puesta en escena de ideas, que
antes de la dictadura de los algoritmos y ordenadores, era imposible realizar
con tanta verosimilitud.
Una historia de superhéroes y criaturas (a lo H. P.
Lovecraft) que dejan al más sencillo de los espectadores en un sentimiento de
asombro y que a los más versados, ofrecer un sinfín de ideas para valorar bien
o mal un cine destinado a mentes para no pensar nada durante un día.
Con el apotegma aparecido en el filme al comienzo: “Pon
dos barcos en el mar abierto, sin viento ni marea, y, finalmente, se unirán”, de
Julio Verne, permite en el prólogo de la historia, visualizar el encuentro
entre la reina Atlanna y el sumiso encargado del faro, Tom Curry. Así que ahí
arranca una historia para que a modo deSet Pieces (una escena o secuencia de escenas, una “mini
película”, cuya ejecución requiere una planificación meticulosa)recupere (al menos en apariencia) el tono de
cine de aventuras antiguo, que no se veía desde Indiana Jones.
Los protagonistas de Neptuno, vigilado por la terrible
criatura marina Karathen, que llevará a Aquaman hasta el trono de Atlantis para
detener la guerra que los atlanos, batidos de la presencia de buques y submarinos de guerra, es el interés marcado
por un filme que no se debe descalificar a sí porque sí.
Tomado como punto de partida el primer filme rodado en
1963, el filme tiene en un alto porcentaje, la misma estructura. Además (y hay
que ser sincero) el casting en esta oportunidad no desmerita la que le precede
y que todavía después de su estreno hace más de 50 años, aun es evocada por
todas sus virtudes.
De manera que esta comedia resulta divertida y,
apoyada en una dirección de arte perfecta (amén de la animación), tiene
momentos realmente memorables. Cabe anotar, la especial aparición en la cinta de
dos emblemas del cine mundial: Ángela Lansbury y Dick van Dyke en el tercio
final de la cinta.
Respecto al asunto estrictamente cinematográfico, el
cineasta Marshall ha sido casi milimétrico en conservar aspectos que permiten
mantener no un recuerdo sobre su predecesora, sino un sentimiento de afabilidad
y cariño entre los personajes de la historia (aun entre los “malos”). La
historia de la familia Banks, formada por un recto banquero, su esposa y dos
hijos pequeños, que protege en su anárquico hogar a una niñera (quien no
recuerda la canción “A Spoonful of Sugar” de Poppins y los niños en la
habitación) que procede del cielo y con paraguas en mano, para poner orden y quimera
en el gris Londres de 1910.
Película pues recomendadísima y que con la diligencia
y frescura del relato, captura a los niños de 2018 quienes, simplemente alcanzarán
enchufarse con ese universo de fantasía y buenos emociones.
Jacques Audiard, el director de cintas como “Un profeta” y “De óxido y
hueso”, cambia de género y se atreve con un excelente western que, aunque nos
evoca a otros filmes del género, resulta interesante observar esta propuesta
cargada de existencialismo entre dos hermanos de polos opuestos aunque una
codicia en común: el oro ( y no estoy cometiendo un spoiler).
Lo primero que me viene a la memoria, es que de pronto y con base en la
idea existencialista y de procurar ir a un final lugar del corazón para ambos
hermanos, es la película “As I Lay Dying” basada en el libro “Mientras agonizo”
de Faulkner. Cargado de algunos diálogos reticentes y de mucha reflexión en
torno a la vida (y la muerte), “The brother sister” nos revelará en clave de
road movie, que todos tenemos que transitar en este mundo, aunque (algún día)
por obvias razones, ser enterrado bajo tierra.
Además, ambos actores protagónicos (Joaquin Phoenix,John C. Reilly) logran que trascienda más
natural al espectador todo lo que vemos y sentimos del viejo Oeste
norteamericano. Película pues que explora la realidad del ser humano a través
de dos hermanos que sin espejos que amplíen y cuantifiquen los misterios y
recovecos del alma, tienen un valor perspicaz y de pronto transformador.