Realmente no sé qué dirán los críticos de cine más
exigentes, pero esta cinta es realmente una muestra de la capacidad de
imaginación y buen quehacer de ese cine blockbuster y que entretiene mucho.
Pero también es preciso señalar algunos criterios de este cine por supuesto de
consumo, pero que no deja de asombrar por la puesta en escena de ideas, que
antes de la dictadura de los algoritmos y ordenadores, era imposible realizar
con tanta verosimilitud.
Una historia de superhéroes y criaturas (a lo H. P.
Lovecraft) que dejan al más sencillo de los espectadores en un sentimiento de
asombro y que a los más versados, ofrecer un sinfín de ideas para valorar bien
o mal un cine destinado a mentes para no pensar nada durante un día.
Con el apotegma aparecido en el filme al comienzo: “Pon
dos barcos en el mar abierto, sin viento ni marea, y, finalmente, se unirán”, de
Julio Verne, permite en el prólogo de la historia, visualizar el encuentro
entre la reina Atlanna y el sumiso encargado del faro, Tom Curry. Así que ahí
arranca una historia para que a modo de Set Pieces (una escena o secuencia de escenas, una “mini
película”, cuya ejecución requiere una planificación meticulosa) recupere (al menos en apariencia) el tono de
cine de aventuras antiguo, que no se veía desde Indiana Jones.
Los protagonistas de Neptuno, vigilado por la terrible
criatura marina Karathen, que llevará a Aquaman hasta el trono de Atlantis para
detener la guerra que los atlanos, batidos de la presencia de buques y submarinos de guerra, es el interés marcado
por un filme que no se debe descalificar a sí porque sí.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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