Basada
en la obra homónima teatral de Tennessee Williams, “Un tranvía se llama deseo”
es quizá una de las películas más influyentes en la historia del cine
universal. Una dramática y teatral película, que basa su éxito en las
caracterizaciones de dos seres opuestos —Blanche (Vivien Leigh) y Stanley
(Marlon Brando) —. Si bien por momentos, Elia Kazan —y por supuesto la obra de
Williams— señala con su cámara el lado bueno del ser humano, prioriza “el lado
oscuro del corazón”, observando el lado amargo del ser humano.
Cuando
escuchamos en el filme frases como: “el cincuenta por ciento del encuentro con
una mujer es una ilusión” y “lo que le pertenece a la mujer, le pertenece al
marido y a la mujer”, como uno de los pensamientos del “código napolitano”, que
rigen al neurótico de Stanley; entonces nos enfrentamos desde el primer momento
a una violenta relación, donde los personajes tejen el drama por la lucha de la
autoafirmación y la anulación del otro.
A
estas alturas de la vida no creo que se pueda escribir nada diferente a lo que
ha se ha escrito. Pero, ¿qué significa el nombre del tranvía (“Deseo”)? según
Locke el deseo es la ansiedad que surge como consecuencia de la ausencia de
algo cuyo goce presente comprende la idea de deleite. Para Spinoza, el deseo es
simplemente el apetito acompañado por la conciencia de sí mismo. Si al ver la
proyección de la película, usted cree haber resuelto la formulación, entonces
usted procure que no le pase lo que a Blanche, o deje de ser Stanley. ¡Le irá
mejor en la vida!
Gonzalo
Restrepo Sánchez
Visite.www.elcinesinirmaslejos.com.co