Este
drama de Nikolaus Leytner ambientado en Viena en 1937, nos “habla” una vez más de
la amistad y el amor. En dos contextos diferentes y en el inicio de la ocupación
nazi de Viena, esta historia, la de Franz Huchel (Simon Morzé), un joven de 17
años abarca fuera de toda apreciación que los problemas del amor, son los
problemas del amor.
Con
la destacada actuación de un Bruno Ganz como Sigmund Freud y su amistad con
Franz, pronto esta correlación llega al pathos del espectador. Y es que de
manera tácita además, la película juega a desarrollar las teorías freudianas a través
del joven personaje —el espectador mismo sin lugar a dudas—, cuando sus deseos sexuales
empiezan a surgir.
Vale
la pena destacar como mensaje en medio de tanta situación y personajes de la trama,
ese estanco que observamos a lo largo de la historia, donde se vende —y se
concluye— una idea final: la vida bien vale la pena vivirla, sino para que se
vivirla. Sin lugar a dudas, la
historia posee un carácter propio, hondamente sentida llevando unos rumbos de
pronto comunes y triviales. Y es que como dice Freud (y escuchamos en el filme) “No hace falta
entender el agua para meterse en ella” —cuando del amor se trata.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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