No andaba nada errado
el comediógrafo griego Menandro cuando sentenció que “el amado por los dioses muere
joven”. Y es que este ateniense ante a
caracterización moral de sus personajes, proponía como único ejemplo de modelo
de comportamiento, la capacidad de hacer posible la vida en sociedad. Este patrón
responde a un ideal social elevado, equilibrado en saber conocer los propios
defectos y ser condescendientes con los de los demás para intentar así
corregirlos.
Y es que con base a lo
anterior, sinceramente no hay película en que el actor Philip Seymour Hoffman
no haya dejado su piel en cada caracterización y haciendo precisamente lo
contrario. Aunque pienso que con base en su filmografía, siempre nos dejó
entrever su filosofía de la vida, pues actor y personaje perecían ser uno mismo.
Y los ejemplos abundan. Sólo traeré a colación (pues los paradigmas sobrepasan
a ese “viento que lo aleja” de la vida, en el sentido de que “corremos a la
muerte, alejándonos de ella”), su caracterización en “La duda”, del cineasta John
Patrick Shanley.
En la película, Seymour
Hoffman es un apasionado y carismático sacerdote. El padre Flynn (Seymour
Hoffman) intenta cambiar las rígidas normas del colegio, que durante años han
sido celosamente salvaguardadas por la hermana Aloysius Beauvier (Meryl
Streep).
Muy pronto el director
nos da las coordenadas de la historia, cuando en la primera escena que vemos
que el padre Flynn (Philip Seymour Hoffman) desde el altar, nos habla sobre qué
hacer cuando uno no está seguro, hacia donde vamos en esa inseguridad. En este
camino trazado por el discurso fílmico de “La duda”, la historia tiene un alto
nivel metafísico más allá de la conversación y los rituales códigos de este
drama religioso.
Gonzalo Restrepo
sánchez
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