Para un cineasta que lo
hizo todo, no dejó nada para hacer en el cine. Charles Chaplin un siete de
febrero de 1914 apareció por primera vez en la pantalla. Y es a partir de ese
momento que su cine, siempre traerá la
reflexión más cercana al relato cinematográfico.
Y es que lo peor que le
puede pasar a un ser humano, es tener vocación, porque sería un infeliz si no
se dedica a ello. Chaplin más feliz y hacer felices a los demás no pudo ser. Y no
me refiero a las mujeres que amó, me refiero al planeta que habitó y donde pudo
arrullar su cine, siempre con un tinte de reflexión sobre las angustias y
necesidades de un ser humano.
¿Qué decir de un ser
humano del que se ha escrito todo? Pues que así como en “El Chico”, en su afán por develar la existencia del amor
entre seres humanos como un Charlot y un niño, pues resulta ser la metáfora de
casi toda su filmografía. Pues en la niñez se gestan los mejores recuerdos y en
esa experiencia de la calle (“Vida de perros”), las “Candilejas” y “Las luces
de una ciudad”, siempre serán testigos reales de una frase del propio Chaplin. “Si
hay tan inevitable como la vida, es la muerte”.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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