En 1986 William Butler
Yeats escribió el poema “El Niño robado” que, asentado en un cuento irlandés,
cuenta cómo unas hadas quieren engañar a un niño para que parta con ellas.
Cincuenta años después, el poema se convirtió en una impresionante realidad,
cuando en décadas posteriores, miles de jóvenes mujeres irlandesas fueron remitidas
a conventos y apartadas de sus hijos ya que, según la iglesia católica, el
embarazo fuera del matrimonio las convertía en seres licenciosos.
Esta película
británica (nominada al “Oscar”) y
dirigida por Stephen Frears, es de esas historias que agradan, pues en el fondo
todo ser humano siempre está en la búsqueda de algo. Así que en el primer
tercio de la trama, entre el pasado y el presente en el relato, Filomena (una
Judy Dench siempre magistral) intenta salir en la búsqueda de un hijo, tras
cincuenta años de no saber nada de él. Este argumento en primea instancia
deprimente, se convierte en las manos de Frears en una cautivadora puesta en
escena, llena de paciencia.
En este contexto y con
un guión bien estructurado en sus momentos de posibles encuentros entre ambos,
la reflexión final es que la vida no te regala nada. Todo es el fruto de los
senderos recorridos y elegidos para transitar con los menos agobios posibles. Y
esto lo digo, pues en el fondo debemos llevar una vida sin reprocharnos nada.
En el caso de Filomena
(un hecho real según reza en los créditos), siempre albergó la esperanza de
encontrar su propio pasado, para mucho o para nada, pues en el fondo los dramas
del ser humano siempre han estado sujetos a esos “encuentros” con uno mismo y
con la verdad. Si esta verdad está al borde lo anhelado, no deja de saltar
alguna sorpresa (la película “Philomena” los tiene).
Gonzalo Restrepo Sánchez
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