Si bien este film no es
un tratado sobre la cienciología, aborda algo de ella, aunque debo precisar que
este plúmbeo (a veces) relato del cineasta Paul Thomas Arnderson, mas bien
trata o abre una leyenda, sobre los dos personajes principales y sobre quienes
recae la historia.
Por un lado Freddy
Quell (Joaquín Phoenix), un loco, desquiciado, y borracho tipo, que más allá de
buscarse así mismo, es la fiel copia de aquellos a quienes la vida nunca les
sonrío; y por otro lado, Lancaster Dood (Fhilip Seymour Hoffman) un fundador de
una secta, astuto y prototipo de aquellos tramposos que logran sus propósitos.
Particularmente es un
film que no me parece esa obra maestra de la que habla algún sector de la
crítica mundial, pues a mi juicio, y en mis humildes conceptos, aparte de resultar
obvia la mirada acusadora del cineasta Anderson :Lancaster Dodd pierde los
papeles a menudo aunque a veces se muestre como un no embaucador y Freddy
insiste en sus propias terquedades; con “seducciones” metafísicas del uno para
el otro; no sabemos si intima sobre los recovecos del alma (¿en busca de
nada?), o si trata de pronto de un palimpsesto de "The Tree of Life",
de Terrence Malick que nos “habla” sobre lo imponderable.
Ahí está la confusión:
o es retrato del alma o lo imponderable de la vida. Pero, de todas formas, hay
algo en lo que coincido en el film y que escuchamos en los diálogos: la sonrisa
es la distancia más corta entre dos personas (aunque sean así de jodidas como
las de Freddy y Lancaster).
Gonzalo Restrepo Sánchez
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