sábado, 15 de diciembre de 2012

El hobbit: un viaje inesperado', de Peter Jackson.


Este film reciente de Peter Jackson tiene una doble lectura, dependiendo si usted es seguidor de la trilogía sobre “El señor de los anillos”, o no lo es. Ese cosmos de la Tierra Media y Mordor, habitado por fábulas épicas y mágicas, hobbits y elfos, enanos y orcos, la luz y la sabiduría que simboliza el mago Gandalf y la oscuridad que personifica el malvado Sauron; son los ingredientes necesarios para aclamar esta nueva película de Jackson.

De manera que en un largo flash back (los recuerdos del anciano Bilbo Bolsón sobre lo que le ocurrió en su entrañada juventud), vemos cómo la regla de los tercios en la estructura del guión cumple a cabalidad no sólo las pausas dramáticas señaladas por la cámara, sino que arbitra la contraposición del mal con el bien (las espectaculares escenas del mago Gandalf).

Y es que el film podría ser la gran metáfora de la vida, donde para transitarla, esa “oscuridad y luz” obliga de todas formas a recorrer un camino nada fácil: Siempre tendremos a un lado y de alguna manera (dentro de usted mismo) a ese Galdalf y a un Sauron (ese lado oscuro del corazón), que cada vez que derrotamos, siempre aplaudimos a rabiar.

Por eso es excelente la película, pues en el fondo de cada espectador, siempre lleva dentro ese “héroe”, ese Hobbit acompañado de elfos para poder cumplir nuestras metas en este planeta al que llamamos tierra.

Ahora, si usted no vio la trilogía (le aconsejo que lo haga), pues  se sentirá aburrido y desesperado por no haber visto las fábulas que le preceden, aunque esto no es óbice para descalificar  a esta excelente película (que entre otras cosas, nada tiene que ver con la trilogía), que se recrea una vez más en los efectos especiales y en una puesta en escena magistral, donde cada elemento aporta más al encuadre. 

Gonzalo Restrepo Sánchez
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