Con impecable dirección artística y armonioso ritmo, a veces generado por los silencios que evocan los lugares para hacer sexo, siempre la historia no señala culpabilidades en las prostitutas, sino la oportunidad del sexo.Brillante la parte final en la prostituta y su "sonrisa", pues reír a veces no forma parte de los eslabones del sentimiento de culpa, cuando la muerte acecha y no hay nada que hacer ante la impotencia absoluta, la vulnerabilidad, la fragilidad, la desolación y la esperanza en ese coqueteo con la parte final de la vida, que no de la juventud. Al final una reflexión: todos llevamos una máscara diferente para diferentes estado de la vida.
Gonzalo Restrepo Sánchez