domingo, 12 de septiembre de 2010

"Sin tetas no hay paraiso"


El recientemente fallecido Claude Chabrol en alguna oportunidad sentenció: “Defiendo las tramas simples con personajes complicados”. Alfred Hitchcock decretó al respecto: “Dadle a los grandes corazones grandes debilidades”. Todo esto invita a la reflexión final, que lo que importa en una historia son los personajes que la habitan.

¿Pero, qué parece se le olvidó a Gustavo Bolivar? Esta pregunta me la formulo, porque pienso que el ritmo y el montaje elíptico (a veces abruptamente) resta cierta credibilidad dramática, sobre todo en la parte meridional de “Sin tetas no hay paraíso”. Le faltó al cineasta en su “Ópera prima” quizá el convencimiento que hay algo más allá de presencia de los personajes y es su espacio y tiempo cinematográfico.

Por lo demás, una trama simple que conmueve en algunos momentos, donde los personajes —Catalina (Isabel Cristina Cadavid), su madre (Linda Lucía Callejas), etc. — cumplen su función en la idea de no ver a través del disfraz de los demás, sino de su propio interior; todo conexo en un melodrama, donde el denominador común de los personajes y sus familias, es el de haber perdido un ser querido y llegar a la conclusión —metafórica para los espectadores— de “las flores del mal”.

Al respecto de “Las flores del mal”, Baudelaire así lo sentenció: “El demonio se agita a mi lado sin cesar/ flota a mi alrededor cual aire impalpable/ lo respiro, siento como quema mi pulmón/ y lo llena de un deseo eterno y culpable.