Este un filme fascinante en la
medida en que nos involucra en los “tesoros” personales (sin una pizca de
vanidad). En este contexto, un señor que limpia una importante compañía de
diamantes, algún día y con mucha paciencia (según sus propias palabras) logrará
su objetivo personal. Y una ejecutiva de la empresa realizará una de las más hermosas
gestas de donación a la gente más necesitada, lo que pertenece a ciertas
personas privilegiadas de esta sociedad cargada de tanto ego-branding.
De manera pues que este robo (bien
planificado y ejecutado en la Compañía), se aleja de aquellos otros vistos en
el cine, que sólo brindan la oportunidad de saborear la riqueza. Así que la dirección
de Michael Radford y la música, componen una película cargada de glamour y gran
sentido de lo verosímil dentro de una estrategia de lo perfecto en un robo, que
a la larga resulta imposible de realizar para los más expertos en seguridad. Aquí
hay que comentar algún “spoiler”, pues no en vano todo se remite a las manos no
tan sucias en el hurto, pues a la larga todo es para una buena actitud del
alma.
La historia contada toda en un
largo flash back, no deja un momento de distracción, pues como en los buenos
juegos de ajedrez, hay que estar atento a los movimientos de las piezas. ¡Ah!
Una Demy Moore y un Michael Caine que brillan al mismo tono de los diamantes.
Gonzalo
Restrepo Sánchez
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