Se celebra en la capital colombiana Bogotá la
feria internacional del libro (que concluye el 1 de mayo), dedicada en esta ocasión
a Portugal. Aunque no hablaré sobre el tema específicamente, en esta oportunidad me gustaría enfatizar que los libros y las
películas son buenos amigos, en la medida en que me recuerde (reitero, sea un
libro o un film), la urgencia de actuar.
Como son muchos los
ejemplos que puedo formular y el espacio no me lo permite, me gustaría
(sin necesidad de satisfacer mi ego), traer a colación al cineasta y escritor Alexander
Kluge. Respecto a su película “El asalto del presente sobre el resto del
tiempo” y su libro “El hueco que deja el diablo”, si bien su “lectura” nos
señala “la urgencia de actuar”, ¡bueno!
al menos en mí caso, y si tuviera que alabar el error: ¿qué argumentaría? De
pronto (y digo de pronto), saldría corriendo y expresaría: ¡Alabado sea el
error!
“El Progreso del Peregrino” escrito por Juan
Bunyan es otro ejercicio de los muchos Cristiano (protagonista del texto) que
nos encontramos a diario (y a veces dentro de nosotros mismos) para esa
“diligencia de actuar”. Si bien y como señala Daniel Kahneman, la gente “tiende
a ser demasiado optimista sobre su capacidad relativa para un actividad que
realiza medianamente bien”, la verdad es que todo está en nuestras manos. Y es
que sin lugar a dudas, muchas veces, todo queda en nuestras habilidades, después
de haber leído “ese” libro o visto “esa” película.
Muchas veces, también, es el mejor camino para conciliarse con uno
mismo. Respecto al cine y por ejemplo, en muchas escenas de los films de Woody
Allen, recuérdelo cuando un personaje (él mismo) dice a su interlocutor es “que
lo vi en una película y funcionó”.
La idea está clara como
aquel que se comió el libro para que no pudieran quemarlo, o aquel otro que
ocultó el celuloide: Son lugares de encuentro para hablar con uno mismo y no
morir en el intento.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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