miércoles, 19 de diciembre de 2012

PARA VOLVER A VER: MARY AND MAX



Esta fábula sobre la amistad “vista desde el corazón, no con los ojos”, es una cinta australiana que cuenta la historia de una relación por correo, de dos personajes solitarios y disímiles entre sí: Mary Dinkle una niña introvertida y sensible de 8 años que vive en Melbourne, Australia y Max, un hombre de 44 años, natural de New York, obeso, autista y judío que termina siendo ateo.

En este contexto, la relación es muy interesante entre estos personajes, ya que se adentran en argumentos tan profundos como el suicidio, el ateismo (en palabras de Max: “Dios es sólo un fragmento de mi imaginación”), la homosexualidad, la depresión y la soledad. A la larga, una sorprendente radiografía de la sociedad en la que vivimos inmersos, ya que toca el tema del universo y la estupidez del hombre, aunque Max lo aconseja sentenciando: “¡Ámate primero!”. Así que amigo lector, estamos ante una cinta animada que es una obra maestra.

Pero entremos en una lectura más profunda. Cuando nos enteramos que el solitario y glotón Max, sufre del “Síndrome Asperger”. Que no es una enfermedad, sino simplemente una forma de ser. Lo corroboramos por el hecho de que las personas con Asperger tienen una expectativa de vida igual al de las personas que no son autistas. 

Sin embargo, y con base en lo anterior, se puede afirmar y sin que resulte un Perogrullo, que no hay un tipo o modelo humano único del cual cada una de las personas es una versión o caso particular, sino que la especie está formada por todos los individuos que la componen en toda su diversidad. Ahora, ¿es que necesitemos cualquier síndrome, para llegar a ideas como “ser honesto puede ser incorrecto”? Pareciese que sí (y digo “pareciese” como homónimo de juzgase), ya que el discurso fílmico nos adentra a la inclemente y rigurosa realidad de una sociedad globalizada: impasible, despiadada y sin identidad. Recordemos que Max se inventa el vocablo “conredado”, que significa confuso y enredado —y es que más de un ser humano de este planeta debe sentirse así—.

Así que con un ritmo acompasado y con temas musicales de la historia del cine (“Zorba el griego” o “Qué será, será”, del filme “El hombre que sabía demasiado” y que hiciera famosa en su momento la actriz Doris Day), la historia simboliza desde el primer momento el mundo de Mary y Max, que si lo analizamos con cuidado, es entre la inocencia y la ausencia de ella: La suma de todos los individuos, lo que constituye el modelo humano.


La estética de la imagen a base de grises, le da un tono misterio a la película —y es que los humanos lo somos—, y aunque este sea un ente casi protagonista (la ausencia del color),“Mary y Max” no cae nunca en sensiblerías y un final feliz. Sólo basta ver los últimos minutos de la cinta, para entender, que a pesar de la muerte y la soledad, lo que más importa es (en palabras de Max) “Perdonar, porque no somos perfectos”. Una idea final, Max cumplió todas las metas en su vida menos una: Un amigo. ¿La cumple usted?

Gonzalo Restrepo Sánchez
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