Para esta película habría que inventarse un calificativo,
los españoles dirían “una chorrada”, en nuestro medio “mala no es palabra”.
Otra cosa que también llama la atención es que nunca antes había visto un personaje
tan malo en la filmografía de Idris Elba. Pero, creería que el dinero que le
pagaron por este filme debe ser bastante considerable.
“Jefes de Estado” está adaptada en una realidad disyuntiva,
donde los líderes mundiales (del Reino Unido y Los Estados Unidos) son verdaderamente
magnánimos. La película nos presenta al presidente de los Estados Unidos, Will
Derringer (Cena), y al primer ministro del Reino Unido, Sam Clarke (Elba),
donde Will es una ex estrella de acción de cine, cuyo gracia y condición magnánima
lo han llevado a ser una celeridad exitosa. Sam, por otro lado, se ha resentido
emocionalmente, ya que sus índices de reconocimiento no le han hecho ningún
favor.
De todas formas no hay mucho que decir o escribir. “Jefes
de Estado” está dirigida por Ilya Naishuller (“Hardcore Henry”), un graduado de
ese linaje superlativo-divertido-perspicaz de la academia cinematográfica de
cinema stunts que también matriculó a la mayoría de los tipos que dirigieron la
era de espías con Roger Moore y sus sucedáneos. Inclusive, hay un instante en
una escena de persecución en el que la cámara se mueve para seguir a un par de
vehículos que toman una curva cerrada a alta velocidad, luego se detiene en un
grupo de monjas que se persignan (generando una posible risa a un absurdo).
La película pues es una comedia de bufonadas que se
detiene fugazmente para los instantes de los interlocutores, algunos de los
cuales, son genuinamente joviales o patéticos. Pero, que sus enemigos están especialmente
interesados en alcanzarlos a través de Europa después de que el Air Force One
es tumbado por mercenarios que trabajan para el personaje de Considine, cuya
organización no queda muy clara por el guion.
La tontería sigue prosperando a medida que mejora la
película, hasta que en el tercio de la trama parece estar estimulando los términos
de hasta dónde puede se puede “extender la credulidad”. Y comienza a expresar una
mirada haciendo referencia a sus conformes clichés y la acción se vuelve más enloquecida.
Todo culmina en una persecución de autos efectivamente frenética que pone a
prueba los términos de la lógica, la física y la participación posible de dos
hombres de mediana edad. Punto final.