Si
tomamos como punto de partida que «Al situar al falso documental en una tabla
comparativa con el documental […], la ficción y el docu-drama, señalan que el
falso documental es un texto ficcional que aprovecha convenciones y códigos del
documental para contar una historia de ficción. Es decir, que habita en un
espacio intermedio entre la ficción y la no ficción, en un tercer espacio. Esta
idea es lo que denomino “la hipótesis del tercer espacio”» (Aguilar, 2019, p.
44).
Así
que el aforismo anterior me permite introducir de entrada que “Un completo desconocido”
(2024) de James Mangold sobre la vida del cantante Bob Dylan en ese tercer
espacio cargado de la música de un Dylan (un Timothée Chalamet superlativo en esta
crónica) inspirado y único. Chalamet lleva a cabo un trabajo extraordinario
en el que no es sino el primer biopic autorizado sobre quien a ciencia cierta
es el músico más icónico del siglo XX.
“A Complete Unknown” retoca a manera de
crónica, buena parte de su colosal repertorio de canciones, empezando por “With
God on our side” (cuando era un perfeto desconocido), “Song for Woody” y finalizando
con “Like a Rolling Stone”, dejando que Chalamet contribuya con su propia voz
para brindar una versión considerable y verosímil del sonido original —“The times
they are a-changin” (1964)—. Además, el intérprete presenta un trabajo aún más sorprendente
cuando personifica al músico lejos de los micrófonos, confeccionando una
personificación posible sin llegar a la parodia.
En
otro orden de ideas, “A Complete Unknown”, ha vuelto a poner sobre la mesa una
de las relaciones más fascinantes y complejas de la historia de la música: la
que vivieron Bob Dylan y Joan Baez (conocida como “la Madonna descalza”). Esa
relación fue intensamente significativa, no solo para sus carreras, sino para
el horizonte musical de los años 60. La cinta y es válido reiterarlo explora
esta unión que combinó amor, colaboración artística y desencuentros; de
manera que el filme es una evidencia más de cómo
el amor y el desamor consiguen inspirar algunas de las obras más famosas de la
música.
Así, “A
Complete Unknown” podría ser un ejercicio de subjetividad en la que la cámara
de Mangold y la mirada musical del intérprete se unen con el fin de inspirar al
espectador y lanzarlo a un viaje delirante y nada enorme del que no va a salir apaleado.
Mangold diseña un torrente de imágenes nada frágiles sobre canciones que hunden
la pantalla con su armonioso despliegue de arpegios y letra nada excesivos e
interesante. Y, en ese proceso, pone a prueba los límites de un público sobre la
sobredosis (a veces) formal a la que se ve expuesto para volar libres por el
cielo de la abstracción (me refiero a la letra y la música).
Y
para concluir, este filme demanda al espectador levantando su voz, frente a las
voces musicales allí escuchadas. Y es ahí donde la cinta juega con todo su
potencial desplegando esas “miradas” sin estar por encima de los individuos
sometidos a ella. ¡Ah, por favor! Joan Baez como la única mujer más cercana a
Dylan teje un tapiz de contundentes emociones que tienen mucho más que ver con
el reclamo de un legado de pronto intangible.