Un festival de cine es
primero una fiesta y luego, casi inmediatamente, una instancia de negocios. La
fiesta viene denotada desde el nombre: juntarse a ver películas es de por sí un
evento celebrable. La instancia de negocios viene a ser una consecuencia natural
de esa fiesta. La experiencia nos indica que se habla con más soltura de
proyectos y deseos en un lugar ruidoso donde apenas pueden escucharnos que en
uno demasiado rígido. Es, además, en los lugares ruidosos donde nos llevamos
una primera impresión de las personas. Una buena cantidad de negocios futuros
(producciones, coproducciones, contratos de distribución, invitaciones a otros
festivales, proyectos) comienzan a gestarse en los festivales. Los negocios son
una estrategia de ocultamiento: permiten justificar de una manera adulta la
asistencia a un festival de cine ante el resto de las personas. Pero también
son un fenómeno cada vez más importante (y en algunos casos, lo más importante)
dentro muchos festivales.
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