Con
la reciente entrega de los “Oscars” por la Academia de Ciencias y Artes
Cinematográficas de Hollywood, surgen varias reflexiones. La primera sería que
con los triunfos este año de los mexicanos Alejandro González Iñárritu y
Emmanuel Lubezky (el año pasado ganó Alfonso Cuarón), no podemos hablar de un
cine mexicano. No obstante, hay que reconocer que otros mexicanos como
Guillermo del Toro, Gregory Nava, Alfonso Arau, etc., venían abriendo el
camino.
La
ganadora este año de la estatuilla, “Birdman”, no es un tema latino (aunque
podría serlo). El filme de González Iñárritu
tiene entre sus méritos, el hecho de haber sido rodada en plano
secuencia, y eso se le abona, ya que se nota una puesta en escena bien
cuidadosa. Pero respecto a la historia en sí, resulta claustrofóbica, como el
mismo personaje Riggan, ya que el interlocutor (modelo actancial) no puede
salir de su propia conciencia, indicándole que su rumbo al olvido está marcado
(cuerpo presente y cuerpo ausente). Esto se metaforiza en los esos
"laberintos" (pasillos del teatro) que transita el actor, amén del
real proscenio —en el que vivimos los humanos—.
En
este orden de ideas, muchas fábulas de la historia del cine nos traen a
colación estos conflictos entre los actores y “lo actores que somos”. Pero
también los diálogos en el cine y el teatro. Y esto es el punto de controversia
y/o estudio en la película “Birdman”. Ahora, hay un complejo sistema de
relaciones entre él héroe y sus acciones, pues el héroe dentro de Riggan
(Birdman), ya es simplemente un recuerdo.
Esa
lucha —bien planteada en el guión—, tiene valores para todos aquellos quienes habiendo
sido actores de teatro —y para otros de la vida misma—, no se toman la vida tan
a pecho, aunque el estado de perturbación sea inherente al ser humano, cuando
de hallar su paz interior se trata.
Otro
aspecto a destacar en los “Oscar” 2015, es que está primando un cine
independiente, un cine de autor (“Boyhood”), con el agregado de buscar
historias basadas en hechos reales (“La teoría del todo”, “American sniper”, ”The
imitation game”, “Selma”, “Unbroken”). Esto en primera instancia parece no
señalar nada, pero la verdad es que —al menos eso parece—, las historias
originales escritas para el cine, parecen no llamar ya la atención de la
Academia.
En
otro orden de ideas, aunque no ganó el filme argentino “Relatos salvajes”,
imprime una vez más la idea de cómo el cine de Argentina se posesiona cada vez
—a diferencia de otras cinematografías del continente— en los mercados
internacionales. México no ha tenido suerte últimamente. De todas formas, poco
a poco los cineastas latinos —en todos sus frentes— parecen ir ocupando
espacios en Hollywood. Y es que el cine nunca está de vacaciones.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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