Universal
Pictures liberó el tráiler de El teléfono negro, un filme de terror que luce
impactante. No te puedes perder el gran avance de la cinta de Blumhouse, ni
tampoco estos detalles sobre la historia.
De la misma manera, la carta de
presentación de El teléfono negro también incluye nombres tan fuertes como el
de Ethan Hawke. El histrión, director y guionista ha estado nominado en varias
ocasiones a los Premios Oscar. Esta producción se suma a otros títulos
importantes como Una pequeña redención, El captor, La iglesia de la salvación,
24 horas para vivir, Los siete magníficos y Regresión, por mencionar algunos de
sus proyectos más recientes.
Al cineasta Daniel Espinosa no terminan de acomodarlo
en el cine que hace.El director sueco de origen chileno, que ya tiene un amplio
recorrido en el denominado cine de acción, de intriga [y hasta de ciencia
ficción], entra sin vacilación en el universo Marvel como 'spin-off' y con indiscutibles
propósitos de abrir una saga con el personaje de Morbius, el doctor Michael
Morbius, un bioquímico con una rara enfermedad en la sangre.
Decía que la crítica no termina de acomodarlo en el buen
cine a la larga que realiza. Y las razones obedecen más quizá a un cine que
pretende ser más comercial. De todas, formas su reciente película con algunos clichés
del cine de multitudes, también evidencia en su discurso fílmico aspectos
interesantes. “Morbius” antes que nada, con si final abierto, habrá que esperar
en que termina toda esa situación que aparece sobre todo con su mujer amada.
Aunque la película no conviva con una línea de diálogo
que explica en abundancia las intenciones del relato y del personaje Morbius,
el tercio final del filme es un momento fundamental, pues en él reside la
clave. Alguien que no es malo, pero que lo es en cierto modo, y que a la larga
posee un corazón con justicia y que termina por platearse en que acabará su
vida, l personaje zigzaguea entre lo que es y no es una tortura.
Un héroe diferente que mantiene el interés del
espectador y las mejores escenas son aquellas en las que lucha contra el mal,
siendo él a su vez, una encarnación de ello. De manera que el cineasta deja un
epílogo muy ambivalente [y me parece acertado] pues el personaje y su sugerente
acabado visual acabará por que el espectador de cine termine aceptándolo con
todos sus errores.
No hay mucho más que analizar, pues como habrá secuela,
uno pensaría que se entra en otro ecosistemade supervivencia. Por lo pronto un entretenido filme que a veces asusta,
pero a veces no.
Al terminar su proyección dije que es un trabajo
muy buñuelesco. Y es que la historiade una joven va a dar a la casa de don Marcos [Gustavo
Angarita], un viejo solitario que hace rituales en latín comunicándose con las
almas errantes que habitan en el antiguo cementerio que es su terreno y un
agente inmobiliario; traduce toda una intención de misterio y obsesión.
Su director Leonardo Perea se apoya en una buena y
nada apacible música extradiegética, un actor como Angarita y un paisaje con
mucho sigilo [por lo de sus habitantes ya sepultados] para llegar al Pathos del espectador y en un modo lacónicamente
‘surrealista’, indagar temas y motivos característicos de la doctrina de Breton
[re-definición del sujeto que llega a imaginarse como un medio para liberarse
del control moral y racional que restringe la expresión individual] y un Yo
desbordado.
La llamada del tambor [ y un excepcional Angarita] y el
arraigo misterioso en el que se circunscriben los personajes [con una mujer sin
rumbo aparente, y un apurado comerciante español, de terrenos], propone en una
cinta que no aburre, una permanente alerta de intereses de los interlocutores y
“una mezcla de semiótica y de psicoanálisis que viene de la teoría de Jacques
Lacan, quien cree que el simbolismo de objetos y el simbolismo del lenguaje
verbal son casi los mismos” (Williams, 1998, pp. 199-206).
En este sentido parece que la película no avanzara,
pero su factor dramático reiterativo [no cometeré spoilers]siempre tiene
una relación muy estrecha con la muerte, lo que se revela y observa en episodios
donde los seres humanos son visualizados en una manifestación muy singular. Una
película colombiana pues que el espectador normal y corriente a lo mejor se
plantee muchas cosas, pero el cinéfilo de turno atestigua que se está ante un
cine muy personal.
Antes
de que el cine se reconciliase con lo denominado mass media, la apreciación y
evaluación de los territorios y en principio de ciertas colectividades sociales;
provenían sobre todo, de la pintura y la literatura. Con la llegada del cine,
ese denominado “imaginario paisajístico” cambió de modo considerable. Gámir
(2012) formula: “Antes, la información sobre ámbitos lejanos era muy limitada,
mientras que ahora es más generalizada y habitual”.
El
mismo autor considera que los espacios “el
vivido y el mediatizado, no constituyen ámbitos separados si bien raramente son
simultáneos en el tiempo. Así una película puede retrotraernos a episodios
vividos en nuestra infancia o juventud. La información procedente tanto del
espacio vivido como del mediatizado se mezcla en nuestra mente con factores
psicológicos, prejuicios, o con nuestra propia memoria, y como resultado
formamos un nuevo espacio parcialmente vivido, parcialmente transmitido”.
“Utama” [“nuestro hogar” en quechua] ganó el reciente
festival de cine de Sundance y no es por nada, pero cuando el habitante de la sala de cine entra en
contacto con los saraguros [una de las familias del pueblo quechua e idioma en
el cual se habla en el filme] y su ilimitado espacio, realmente queda deslumbrado
por el paisaje, que acariciando el refugio de los dioses, se siente ese ritmo
pausado que gobierna las vidas de su gente.
La Ópera Prima de Alejandro Loayza Grisi, es una película
intimista, lenta en el discurrir de los pasos por la vida y decisiones, y que
nos llevan a pensar que es mejor así. Y es que el pasar de los días de Virginio
y Sisa, un anciano matrimonio de pastores quechua, y ese extenso paisaje
inhóspito [con grandes planos generales de Bárbara Álvarez (“La mujer sin cabeza”,
2008)]; nos remite a muchas ideas. Intentemos abordar al menos un par.
La primera sería que a través del anciano Virginio,
por lo general cargado sobriedad y pocas en palabras [si bien le habla a Clever
acerca del cóndor, un animal venerado por su pueblo y cargado de presagios y
mitologías sobre el anuncio de la muerte], debemos mirar a esos seres humanos,
mayores, y habitualmente
ignorados, como a esa casta de hombres con quienes el diálogo debe permitirnos
ser más conscientes de esas coordenadas sobre la vida y compañía [que no
compasión].
La segunda sería recordar el pensamiento de François
Truffaut cuando pensaba que un día no tal lejano, las películas serían el
resultado de la propia interioridad del cineasta. Además, ese cine de
vanguardia [si se quiere ver así] alegaba Brenez en “Cinémas d'avant-garde” (2006) que bien pudo y puede, surgir
un tipo de artista que conservara el espíritu perenne de cierta insurrección.
Excelente película pues que invita a observar y analizar
nuestras propias realidades de la humanidad y en lo personal.Hay revelaciones
valiosas sin lugar a dudas y el cine está ahí para mostrarlo.
“La roya” es la reciente película de Juan Sebastián
Mesa que pasó por FICCI 61, en la inauguración del certamen cinematográfico de
Cartagena de Indias. La historia es bien sencilla: Jorge vive en una finca cafetera
en medio de un selvático lugar alejado de la ciudad. Él es el único joven que
ha decidido quedarse en el campo y recolectar café [y que nadie quiere
recolectar, afectada además, por una fuerte plaga].
Cuando en el último tercio del filme, el perosnaje
Jorge confronta de nuevo la ciudad, es cuando surgen las reflexiones entre el
hombre, el campo y la ciudad. Digamos en un principio que la película codifica
la posición social y personal [generada por el contraste ciudad-campo]. Con
estas señas, Mesa construye una película que se detiene a no perder de vista que
es lo que realmente satisface el alma del individuo. Y más allá de una puesta
en escena [sin angulaciones extremas y largos travellings] y especialmente en
la primera hora del largometraje, el cineasta de pronto, en la identidad
genérica del drama, nos invita a que la observación y el diario sentimiento más
verista y sin estallidos románticos; nos permite que celebremos la maleabilidad
expresiva del medio que se habita.
A lo mejor la película evoca una emoción donde lo que
una vez fue, ahora es huella muerta en paisajes urbanos que conocieron los años
de primavera y ahora, hacen volver las miradas a mi pasado más reciente. La
historia de Jorge es la radiografía pues y un ejercicio de expiación de géneros,
y sin ser llevados al límite de las disposiciones clásicas [y convencionales]. Asimismo,
reflejan a un cineasta muy cómodo en ese encuentro entre el campo y la ciudad, siempre
con una cámara que sabe determinar el movimiento psicológico de sus personajes
en cada secuencia observada.
El cine nunca ha estado ajeno a este tipo de
historias. Viene a mi memoria, el director estadounidense John Ford, quien
adaptó al cine la novela del escritor John Steinbeck, “Las uvas de la ira”, en
1940. El libro se publicó el mismo año de la producción de la película. Dicha premura
solo puede ser entendida si cavilamos en Hollywood y en sus grandes y poderosos
estudios sin lugar a dudas.
Si para nosotros el cineasta JohnFord intentara
desprenderse de una supuesta conciencia de clase con sus declaraciones, es
imposible contemplar “Las uvas de la ira” y no centrarnos y emocionarnos en esa
evolución que sufre la familia Joad y demás seres humanos en similares escenarios
[desde la discrepancia y decepción, hasta ese desencanto y lucha, acabando por
la toma de conciencia]. La que toma Jorge en ese mismo camino metafísico, si se
quiere ver así.
Sin necesidad de recurrir a complicados artificios, el
cineasta Mesa se sale con la suya: al mismo tiempo que sentimos la soledad; nuestro
personaje no experimenta una desconexión con lo propio, con lo que siempre ha pensado
como suyo y tratado como tal. A modo de conclusión “La roya” es la metáfora de
la tierra prometida, y un joven que logra entender la fuerza de su interior, y que
todos poseemos en ese pedazo de una alma formidable. En definitiva, percatamos
de que un hombre no sirve para nada sin esa toma de conciencia que adquiere a
fuerza de observar la realidad verdadera y proseguir su camino
Muy pocas películas latinoamericanas llagan a nuestras
carteleras por no decir que es nula la exhibición de películas de nuestro
continente. Valdría la pena revisar el asunto, pues nos permite entre otras cosas,
analizar que es que lo se hace fuera del territorio colombiano. Aunque entiendo
que es un problema de distribución y exhibición nada fácil de solucionar.
Pasó por FICCI 61 la reciente película de la cineasta
argentina María Álvarez “Las Cercanas” [ganadora en el reciente festival de
cine de Mar del Plata como la mejor película argentina 2021]. De entrada
podemos decir que es una película documental que narra la historia de las gemelas
Isabel y Amelia Cavallini [en el momento del rodaje tenían 91 años, una de
ellas falleció hace un tiempo], concertistas de piano que siempre tocaban a dúo.
A mi juicio, la historia no plantea un problema de
angustia y tristeza sobre la vejez, sino de la nostalgia cargada de melancolía
[nada de hipocondría].De hecho, “Las cercanas” y en este contexto, aunque
parezca que no, se crece en sus pequeñas filiaciones entre la música de piano y
dos damas mayores, tanto en lo narrativo con una cámara firme, como estéticos; si
bien esa profundidad dramática en el filme apuntale en una propuesta que de
primeras puede parecer muy sencilla.
A partir de miradas y gestos que rememoran más que extensos
discursos, hasta planos concluyentes cargados de significado, como los muñecos
que tienen de compañía ambas mujeres [si bien no hay mucho plano abierto para
aislar al personaje, sí primeros planos para sentir que las emociones se aíslan
en su atenta planificación]; la cineasta argentina nos va envolviendo en su
propósito: instantes en los que en las dos ancianas se advierte cierta y
curiosa complicidad en la manera de ver las cosas, pese a lo poco que las
separa esa imperativa necesidad [involuntaria además] de conllevar un mismo
destino.
Visto así el asunto, la película es un viaje de pronto
a la soledad, con un epílogo realista. Y sobre este tema [la soledad], el cine
siempre nos ha mostrado lo mejor. Y no es que este cronista sea viejo, es que
el cine siempre nos lleva de alguna manera a donde queremos estar, y en esta reflexión
y remembranza cinéfila, la película [por ejemplo]“Cuando huye el día” (Wild Strawberries, Ingman Bergman,
1957); nos refrenda que los mejores recuerdos y nostalgias los conseguimos
cuando la soledad nos consume. Además, el desafío de la incertidumbre y el
autodescubrimiento sobre la base de los recuerdos, es la columna vertebral de
esa situación que muchos seres humanos sobrellevan. Desde el punto de vista
filosófico. Montero y Sánchez (2014) afirman:
La soledad es entendida como una condición inescapable
en la búsqueda de la autoconciencia. De acuerdo con Mijuskovic la soledad está
arraigada en la realidad primaria del individuo, inmanente y subjetiva. Dentro
de esta perspectiva, el dictum de lograr la autoconciencia enfrenta al hombre
ante el hecho de una soledad ontogenética (p. 19).
Recientemente leía que “los cineastas han estado
haciendo películas sobre la soledad desde el comienzo del cine, pero un
director contemporánea que realmente se destaca en su exploración
cinematográfica de este tema es Spike Jonze”. De todas formas en lo particular,
los dos personajes protagonistas de esta excelente película de María Álvarez,
me encantan por muchas razones y, una de ellas es la idea concluyente que deja
en mis adentros: la vida bien vale la pena vivirla. Y esto lo digo porque en lo
fenomenológico, hallamos la concepción de la soledad como una forma de
autoconciencia.
Una cosa curiosa ocurrió cuando se presentó esta
película en la versión número 61 de FICCI. Faltaba poco para terminar la
proyección del filme, cuando de pronto se fue el fluido eléctrico. Lo que más
sorprende es que nadie se movió de su butaca, aun cuando alguien del festival
anunció que se proyectaría en otro momento. Esto indica a las claras que el
argumento de la cinta había cautivado a todos los presentes y querían ver el
final. Una buena y única razón posiblemente para considerar que se estaba ante
una buena película.
Con relación a la historia totalmente caribeña [de la
costa norte de Colombia] y la película dirigida por un cachaco [nacido en el interior del país y no es un vocablo
peyorativo] Joan Gómez Endara, plantea de entrada las relaciones poco cariñosas
entre un adulto esquivo llamando Eliecer y una niña [llamada Esperanza] en un
viaje en apariencia a ninguna parte. La trama que parte del año 1999, por
consiguiente, y conforme a las circunstancias económicas y afectivas de los
interlocutores, nunca da la expectativa de un final rosa y una situación
rebuscada o compleja. Y, permitiendo al mismo tiempo al espectador, disfrutar
de la sorpresa y de su desarrollo. Al escribir sobre esas capas que sostienen
el meollo dramático del filme, asimismo se valoran a través de una gaita
sanjacintera, que tiene su protagonismo y que nos ayudará a encontrar expresión
e identidad.
Antes de proseguir con el análisis, bien merece la pena
aclarar el origen del instrumento musical. Carmona, Dean y Borja (2019)
aclaran:
En sus inicios el
instrumento era denominado “Kúisi” como lo expresa el docente Puello en la
entrevista, este tipo de música pertenecía a la gente de clase humilde y era repudiada
por las personas de clase alta. En este tipo de música los indígenas, obreros y
en general la gente común contaba sus vivencias y situaciones (p. 24).
Una gaita en consecuencia, y que en la película como
metáfora a la larga que es, nos permite entender las vivencias [si bien no se
observa, pero se entrevé] de una niña y
un adulto, y que son las clásicas intuiciones de una omnisciencia narrativa importante,
que confiere una verosimilitud entre la presencia y/o la ausencia de otro ser
querido; no obstante pensemos que siempre todo está por suceder.
Bella propuesta cinematográfica en consecuencia tanto
por su narrativa como estéticos compases musicales, y desde miradas y gestos
que evocan difusas arengas de un parco Eliecer [al igual que su destello de una
vida protagonista y anodina —conmovedora por momentos—]; hasta planos concretos
cargados de significado. Entonces surge la pregunta, ¿por qué la gaita en ese
contexto? Intentemos aproximarnos a ello.
Si las representaciones sociales están estrechamente
atadas con los denominados imaginarios colectivos, que se crean desde la
interacción entre los seres humanos.Según el psicólogo social rumano Moscovici: “las
representaciones sociales” emergen principalmente en situaciones de crisis y
conflictos. De conformidad con la teoría de las representaciones sociales de
Moscovici (citado por Rateau y Lo Monaco, 2013) es viable pensar que los
individuos transfiguren una significación en una imagen [en un núcleo alegórico].
Esto explica [y no solo en la película] por qué la música de gaitas o la cultura
de la gaitas se transforma en la imagen que recuerda la casa, o el pueblo para
esos caribeños que están lejos. Lo anterior viene a propósito, porque la gaita
en el filme tiene un protagonismo omnisciente interesante.
En otro orden de ideas que propongo, es que al
plantear “ese reflejo” que de los hechos se produce en la mente del espectador
tras observar “El árbol rojo”, es debido
a que es una historia sensible e identificable en la región Caribe. Muchas
niñas [hoy mujeres] han transitado ese camino lleno de incertidumbres,y, de ahí que la
evolución del relato no huye de todo ese lugar común que es el Caribe y plantee
una pregunta quizá enérgica en las mentes del espectador tras observar a
Eliecer y la niña. ¿Quién puede prescindir de quien en la vida que les puso en
el camino? Dicha formulación además nace de las escenas donde sin artimaña
alguna, adquieren a su vez otros niveles emocionales, puesto que la vida
inocente que observa y concibe la niña [inmersa en su mundo inocente], no es la
misma que la del adulto.
Toda esta formulación y profundidad dramática a su
vez, es apuntalada en una propuesta que de primeras [e insisto en ello] puede considerarse
muy sencilla: dos personajes relevantes, y escasamente pocas localizaciones
principales y un tratamiento caracterizado en general por una economía
narrativa. Más no se puede y ahí está la versatilidad del cineasta Gómez
Endara.
A decir verdad importan más ciertos silencios que
algunas palabras entre los interlocutores, las exiguas elipsis que escenas
explícitas sobre lo acumulado y se siente además, cómo ciertas perturbaciones [que
se podrían repasar a través de los personajes] no resultan importantes cuando
se entiende que la brecha generacional otorga el distanciamiento entre esos dos
seres apocados [Eliecer y Esperanza muy poco hablan entre sí]. Si bien la puesta en escena no es perfecta,
lo que importa es que, sin caer en la efectismo melodramático, prioriza el
drama puro y simplemente humano.
Referencias
Carmona, Y. Dean, W. y W. Borja (2019).Procesos comunicacionales y
representaciones sociales que tienen los jóvenes sobre la música de gaitas y su
influencia en la tradición musical desee San Jacinto, Bolívar. Tesis pregrado. Universidad Tecnológica de Bolívar.
Teradata.https://biblioteca.utb.edu.co/notas/tesis/0067357.pdf
Lo
Monaco, G., Lheureux, F. & Halimi-Falkowicz, S. (2008). Le
test d’indépendance au context (TIC): une nouvelle technique d’étude de la
structure représentationnelle.
Swiss Journal of Psychology, 67(2), 119-123.