sábado, 4 de enero de 2020

Jumanji: The Next Level



Con los mismos héroes pero con apariencia distinta, es una de las premisas de esta cinta, que si bien tiene todo el chiche habido y por haber de la saga “Jumanji”, se puede expresar sin temor alguno a que el filme se deja ver gracias a un excelente guion que toca las fibras de los espectadores.


Y es que con una noción del sentido del absurdo, la película genera todo tipo de sobresaltos —puentes móviles con mandriles feroces— y expectativa. Además se recrea en lo cómico y es de agradecer. Todos los personajes bien caracterizados revelan sus temores y sus propios deseos de salir adelante —aunque solo sea un juego.

Asimismo se conserva algo muy importante y es el terreno metafórico que sugiere que, todos, desde el más feliz hasta quien no lo es, tiene en su interior una personalidad sin lugar a dudas poco explorada, un universo por revelar y una condición —y un estilo, quizás— inadvertidos por uno mismo que, tal vez, se revelarían si se uno se atreviera a “tirar el dado”, alegóricamente hablando.

El cine de aventuras sigue ocupando un espacio en la cartelera mundial. Sobre todo cuando se está bien realizado y deja algún que otro consejillo en alma triste que entró a la sala de cine a ver qué pasaba en su interior, aunque diga que es para pasar el rato.

Gonzalo Restrepo Sánchez

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‘No andaba muerto, estaba de parranda’ (cine colombiano)



Juan Pablo (Ricardo Quevedo) es un hombre abnegado que sufre la indiferencia de su pareja y el maltrato de jefe (Brian Moreno). Un día sufre un accidente y al acudir al médico se entera de que va a morir, por lo que decide robar un dinero y gastarlo en un viaje por Europa junto a su amigo Javier (Nelson Polanía "Polilla"). Esta es la premisa de un guion que toma de otros guiones (menos inteligentes) una idea que fundamentalmente se recrea en algunas escenas en Europa en tono de comedia aburrida y carente de imaginación.


Muy poco más que añadir de esta cinta flojísima. Aquí hay un consejo gratuito para los creadores de comedia: no hay que recurrir a pseudo actores de programas de televisión de risas, pues no funciona. La película de Fernando Ayllón pretende ser coherente, pero al mismo tiempo, rebasa sin gracia e inteligencia sus propios límites.

Sin limar rigores, la cinta propone elementos narrativos propios y no mide los tiempos —en parte— gracias a un guion malo y gracias a un ejercicio de montaje que no fluye y para nada despliega un sentido de ritmo apropiado. En lugar de evitarlo, el cineasta da forma “deformando” a golpe de cámara y desafiando sin claridad por cierto gesto cinematográfico.

Gonzalo Restrepo Sánchez

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lunes, 30 de diciembre de 2019

The Collini Case



El filme se basa en la novela homónima de Ferdinand von Schirach sobre un juicio por un asesinato. El libro que fue una sensación cuando se publicó en Alemania en 2011, muestra un interlocutor asentado en el siniestro abuelo de von Schirach —el líder de las Juventudes Hitlerianas durante la II Guerra Mundial—.


En primera instancia parece correcto señalar que no es usual que los alemanes (a diferencia de otros ciudadanos y cineastas europeos, por supuesto) remueven en sus heridas sencillamente por vergüenza, pero alguna vez que otra lo intentan como en esta ocasión. De manera que libro y película fascinante: un abogado como Leinen que no solo se ve forzado a defender a un hombre que abdica a defenderse —negándose además a revelar el porqué del crimen—, sino de la misma manera, debe zanjar un apremio de intereses personales y profesionales. No olvidemos que todo apunta a un turbador capítulo de la historia de la justicia alemana.

Franco Nero interpreta a un hombre que —supuestamente— ejecuta un asesinato a sangre fría y Elyas M'Barek quien caracteriza al abogado que se encarga de su caso, son los dos pilares en los que se basa este drama judicial que mediante el uso del flash back y sin añadir niveles meta reflexivos, no resulta una conclusión fácil —y para nada ambigua— ante los ojos del espectador, pues las características en la puesta en escena alejan esa representación, aunque en el último tercio del filme, todo parece estar más claro. Además, relevante en su modo de forjar el uso del tiempo como instrumento narrativo. Película recomendada del reciente cine alemán.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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domingo, 29 de diciembre de 2019

Portrait de la jeune fille en feu



No hay armonía sin secreto, ni paraíso sin falsedad, esto parece ser la congoja —y consecuencia— de la vida —y la novela—. “Retrato de una mujer en llamas”, de Céline Sciamma es una obra de indiscutible calidad y que a más de un espectador podría llegarle hasta las energías de las mitocondrias.


Película pues que cargada de simbolismos, a primera vista retrata cuidadosamente y sin objeción alguna, las dificultades existenciales de su protagonista; un expediente puntual de ciertas armas del drama. Si bien Marianne, una pintora y Héloïse —ambas heroínas— escudriñan sus vidas y examinan la felicidad, el filme en su intertexto podría entenderse como el peso de la soledad —que no aislamiento— y el precio de los traspiés, dejando a un lado los “dictados del corazón”.

No es que estemos hablando de lo adecuado a lo indebido o no, es que la directora del filme confronta la ficción a la pintura (y ahí su maestría) para inventar quizá un fresco social de la Francia del siglo XVIII —y fidedigno— en el que no hay circunstancia en que el comportamiento humano dispute frente a contextos contrarios y poco placenteros: una realidad real. Para este caso que hoy nos ocupa a analizar: el alma de dos seres humanos, muy, pero muy próximos a sus propios intereses: no solo reconocer la libertad del otro, sino el otro cuando es la persona amada y deseada.

Si bien Héloïse impugna ser pintada por cualquiera de los virtuosos que intentan escudriñar su impenetrable semblante. La contradicción sobre el deseo interior y manifiesto de la interlocutora de querer un “retrato de una mujer en llamas”; se erige la edificación de una consideración consumada acerca de la necesidad pasional más íntima y, por ende, nada disparatada. La elección de lo ecuánime en el personaje, no atiende a más exaltación que la conveniente probidad.


Entonces surge la pregunta final a mi juicio en el interior de cada espectador: ¿Qué advertimos cuando observamos una pintura: la fogosidad del que lo trazó o el aliento del que se ofreció a concebirse de modelo?... ¡Vea el filme!

Gonzalo Restrepo Sánchez

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sábado, 28 de diciembre de 2019

Aniversario de Salida de los obreros de la fábrica Lumière (28 de diciembre de 1895)



Sucedió hace años en un viejo hangar de Lyon, reconvertido hoy en museo y cinemateca. Aconteció tal día como ayer, hacia el final del invierno de 1895, cuando los hermanos Lumière tomaron su nueva invención y rodaron los primeros 46 segundos de la historia del cine: Salida de los obreros de la fábrica Lumière. A estas alturas, la historia es tan conocida que hasta parece innecesario volver a detenerse en ella.


viernes, 27 de diciembre de 2019

Atlantique (cine africano)


Mati Diop de Senegal dirige este filme ganador este año en Cannes con el Gran Premio del Jurado. La cineasta, ha trabajado de ambos lados de la cámara: como actriz (“35 Shots of Rum”) y escritora —y cineasta— de cortometrajes. En esta película sobre un amor imposible y fantasmas —primera película dirigida por una mujer de color en competir en la Sección Oficial—, deja su impronta y sabiduría, aunque deberá aprender más para sorprendernos.


Con actores no profesionales, vale la pena señalar y descubrir a la joven Mama Sane en el papel principal, destacándose precisamente por aquello que no se ve pero se siente; aunque los valores psíquicos del filme en sí, son un tanto superficiales. Ambientada en Dakar, el filme tiene un mundo muy propio, aunque algo desigual en su relato en general, pero que no resta ante ese lirismo del que habla la crítica europea.

Con un primer tercio del filme poco apurado en los asuntos amorosos y casuísticos de los personajes, nos introducimos algo en ese cosmos sorprendente de África sobre lo oculto. Excelente filme pues a pesar de las malas críticas europeas, donde un personaje femenino como Ada, es todo lo que se puede expresar del universo fantasmal ante el psicoanálisis o a la propia naturaleza de su huella.

Concluimos pues que con el tono general de la cinta, mantiene un filme un tanto particular, aterrador y colmado de la añoranza de Ada. Con muchas escenas nocturnas —iluminada por Claire Mathon para "ocasionar muchas sombras azules y rojas"— son sutilmente válidas teniendo en cuenta el cosmos en el que involucra el asunto: “algunos recuerdos sirven como presagios”.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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lunes, 23 de diciembre de 2019

The Two Popes



Una de las primitivas evocaciones al cine en el magisterio de la Iglesia surgió en la carta encíclica del Papa Pío XI, “Divini ellas Magistri”, sobre la formación cristiana de la juventud (31-XII-1929). El pontífice entonces, expuso que la educación era compartida —aunque no de la misma forma— por la familia, la sociedad y la Iglesia.


Con un brillante guion de Anthony McCarten (responsable de “La hora más oscura” o “Bohemian Rhapsody”), es elemental señalar que estamos ante dos actores que brillan en sus respectivas caracterizaciones, donde en clave de drama (y comedia) se desarrolla un encuentro entre Joseph Ratzinger, al que da vida un circunspecto e ilustrado Anthony Hopkins, y el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, interpretado por un Jonathan Pryce, ambos muy cerca de la delicadeza y perfección.

A propósito, el papa Francisco ha hecho alguna alusión al cine en las entrevistas y en uno de sus cartas pontificias. En una entrevista explicó que en su infancia iba al cine con sus padres, y en su juventud acostumbraba a ver hasta tres películas seguidas en el cine de barrio. Entre sus filmes favoritos, el Papa ha aludido varias veces “El festín de Babette” (1987) del cineasta danés Gabriel Axel, tal como quedó recogida en la reflexión apostólica “Amoris laetitia” (19-III- 2016).

Volviendo a la película que hoy nos ocupa, si bien todo el filme en su lectura plantea la necesidad de una opinión sobre todo lo que le está ocurriendo a la iglesia hoy día, la imagen del Papa, de la religión cristiana en sí, invita a una reflexión en medio de tanta noticia que avasalla la fe cristiana.

En lo estrictamente cinematográfico, Meirelles no se complica la vida y sin técnicas propias del rodaje documental, su habilidad consiste en examinar, —y sin limitar— a los actores para que estos descubran a sus respetivos personajes y, disponer a partir de ahí, su observación. El director con una cámara sencilla que, en principio solo debe cumplir funciones de emplazamiento en grandes espacios, logra mantener el interés dramático de dos seres humanos, aunque usted los clasifique. Lo dijo Dostoievski: “El secreto de la vida humana no radica en el hecho de que uno vive, sino en para qué vive” (1)

(1) Juan José Muñoz García, Cine y misterio humano, Madrid, Rialp, 2003, p. 19

Gonzalo Restrepo Sánchez

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