jueves, 29 de junio de 2017

CINE COLOMBIANO: "EL SILENCIO DE LOS FUSILES"


El documental colombiano “El silencio de los fusiles” de la cineasta Natalia Orozco. Es sin lugar a dudas el primer documental sobre el proceso de paz en Colombia. El argumento  del filme se fundamenta entre la guerrilla y el Estado. Y sobre esta relación de   confianza y   transparencia,   la   cineasta   construye   una   película   nada estilizada y emotiva.


Los niveles de “parcialidad” que alcanza el filme desde su arranque son sólo el anticipo de una ausencia de clímax al que la directora conducirá sin mucho esfuerzo. Pero   al   margen   de   las   buenas   intenciones,   es   un   trabajo   con   ausencia   y   olor   a   lo cinematográfico a pesar de la absorción a la realidad y que pareciese mandado hacer por el Estado colombiano, pues  no se observa la expresión verdadera del documental etnográfico y   que   debió   ser   un   propósito vital  entre la evidencia y el  ojo. 

“La   asepsia   simbólica esteriliza las miradas […] allí donde ya no hay dioses, reinan los espectros” (Novalis. EnDebray, 1994,58).Con  base  en   lo  anterior  la   lección  para   los   nuevos  cineastas   debe  ser  bien   clara:   Por supuesto que el cineasta debe expresarse, pero para estos casos, no por encargo. Película, pues con ausencia de ritmo a favor del asunto y con un pobre montaje. Y es que “La construcción de una película  podría ser considerada como una empresa metafórica de la producción de sentido por el hombre en la dinámica de la sociedad que expresa y sobre la cual ejerce su acción”. (Piault, 2002,84).

Así, pues, una etnografía visual no significa la inserción de las imágenes en el discurso antropológico   como   aliadas   testimoniales,   sino   en   la   conjugación   de   dos   formas   de representación e interpretación de la realidad que no son distantes en sus teorías, métodos, cuestionamientos   y   visiones,   y   que   posibilitan   un   acercamiento   multisensorial   a   los contextos, sujetos y objetos de su estudio, permitiendo no solo indagarlos desde el instante que proponen, sino además desde las memorias que evocan (Arango, Pérez,2007).

Gonzalo Restrepo Sánchez

viernes, 16 de junio de 2017

CINE COLOMBIANO: LA SARGENTO MATACHO



Esta película dirigida por William González, vale la pena decir desde un comienzo y ahora que estamos en una etapa de postconflicto en Colombia, que fue rodada en 2015 y que hasta ahora se estrena en Colombia. Sin ser un panfleto y oportunista, la película toca temas tan actuales como la familia y el desplazamiento forzoso, la guerrilla, la paz. De manera que el cineasta colombiano en este sentido, no tiene reparos en mirar de frente a una parte de la historia de su país.



Y si bien el cineasta, y, a pesar de los “deux es machina” de la radio para documentar sobre el trasfondo político  de Colombia (la muerte de Gaitán, Rojas Pinilla y la amnistía en 1958); lo que da validez a esta cinta es que, a pesar que su acción transcurre en el siglo pasado, los temas que abordan son universales y atemporales —tiranía, corrupción, incompetencia de los gobernantes, desigualdades sociales, inmoralidad, religión incluso—. Además a modo de reflexión final si se quiere, me recuerda una frase del filme “El intendente Sansho” (Kenji Mizoguchi, 1954): “Si una persona no siente la compasión no es una persona; incluso ante tu enemigo hay que sentir piedad”.

El filme, bien dirigido (muchas escenas rodadas con cámara en mano) y con un guion bien estructurado, el primer tercio de la historia que arranca en 1948 en un paraje colombiano denominado “El palomar”, deja el argumento político de la disputa entre liberales y conservadores, el asesinato de Gaitán y una mujer que pronto se convertirá en una guerrillera: Rosalba Velásquez (una excelente actriz como Fabiana Medina), apodada “la sargento matacho”.

En los dos tercios restantes de la historia y sin sorpresa alguna, la fábula (en el mejor de los sentidos) diseña en su discurso una violencia (algunas escenas con crudeza lo señalan) donde liberales y conservadores se matan. Sin que el personaje viva en una realidad paralela y sin que tarde en armonizarse con la actual (campesina-guerrillera), surge el tono descarnado de la violencia que mencionábamos, reforzado por una buena banda sonora insistente en ello otros momentos diégeticos. Todo no hace sino confirmar que, pese a ser un arquetipo de su tiempo, Matacho remueve las entrañas.

Gonzalo Restrepo Sánchez

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miércoles, 7 de junio de 2017

CINE COLOMBIANO: "SIN MOVER LOS LABIOS"



Esta película colombiana rodada en blanco y negro de Carlos Osuna, nos introduce a un ventrílocuo que sin estar cansado de "hablar" de pronto para sí, espera que algo ocurra en esa operación de silencios a respuestas en su vida diaria, o de hablar a través de un muñeco en sus actos profesionales. Esto en la medida en que su madre logre conseguir sus propósitos.  De todas formas el filme no narra el trillado caso  de la relación entre muñeco-activo y ventrílocuo-pasivo. Aclarar que el muñeco, no tiene una mente propia (muy contrario al filme "Magic", de Attenborugh) y no controla a su amo.   


Y es que sin ser un melodrama psicológico, cabe destacar la actuación del actor Giancarlo Chiappe, ya que le confiere además algo de enigma al personaje. Otros elementos cinematográficos como la música y la luz, conceden a esta película colombiana, un toque de distinción y una reflexión una vez más sobre la soledad.     

Una soledad y salvando las distancias, para burlar el insomnio de la desesperanza. Y aquí puede estar la clave en la lectura de esta cinta, que puede sorprendió en el FICCI 56. Algo muy contrario le pasó al personaje de "Taxi Driver", aunque nunca buscó ser el héroe. Esto viene muy a propósito a colación pues en ambos filmes se halla el tema de exorcizar algo que no nos deja  (de pronto) ser.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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martes, 30 de mayo de 2017

Ah-ga-ssi (The Handmaiden)

Tomando como punto de partida la Corea de 1930,  este filme de Park Chan-wook  (“Oldboy”), pone el hasta bien alto. Y es que a modo de thriller erótico el cineasta  en “Ah-ga-ssi” redondea su historia con un relato donde los juegos eróticos de Eros (y perdón por la tautología) es el protagonista en medio de personajes malditos (si se quiere ver así).


Y es que Sookee (contratada como criada por una rica mujer japonesa llamada Hideko)  y su cuerpo, se presenta como el cuerpo imaginario del deseo a través del placer (y del crimen), mientras que en el personaje masculino se asienta en evidencia otro guía de cuerpo del deseo, como pasión (juegos eróticos) y memoria.

De gran concepción pictórica, estamos pues ante una película seductora sobre un retrato enfermizo de unos personajes por lograr sus malevolencias (metafóricamente hablando) mediante un acercamiento conceptual de la gramática cinematográfica ante los conceptos de trazo perfecto sobre el amor, el nudismo y el sexo (eludiendo la pornografía) diseñados en tres momentos del relato, para que ese narrador en tercera persona nos muestre su naturaleza y belleza.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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NACIDO EN SIRIA


Que el cine ha de servir para contar algo más que historias, ¡de acuerdo! Y es que si bien el cine nació para entretener a la gente, es evidente que para nuestros días (más cargados de conflictos, aunque siempre el mundo no ha dejado de tener apuros en guerras sinsentido) no debemos dejar de entretenernos, pero también expresarnos a través de las imágenes en movimiento.

Fotograma de "Nacido en Siria"

Para ir directo al grano, traigo a colación y a propósito el filme español “Nacido en Siria” (2016), del cineasta Hernán Zin. Y es que cuando la escena inicial revela a través del diálogo: “Sólo venimos a ayudar, no se asusten, los niños primeros”, estos personajes son las verdaderas realidades de lo que son las víctimas más vulnerables.

Con base en lo anterior, “Nacido en Siria” narra pues el periplo de esos refugiados desde el punto de vista de los niños. Y es que cuando escuchamos: “Todo lo que veo es muerte, olvidé el sentido de la sonrisa”, entramos en ese duro viaje que han tenido que hacer desde Siria tanto ser humano inocente para campamentos en condiciones infrahumanas, otras fronteras, etc., etc. Y como señala “The Hollywood Reporter”: “Lo mismo podría decirse de la profusa puntuación sonora de Gabriel Yared, casi omnipresente y un sentido ocasional de un exceso de manipulación de efecto narrativo, en particular, una secuencia temprana muestra a un hombre que es arrestado en su intento de entrar en Hungría”.

Además el crítico de cine Federico Marín en el diario ABC de España escribe: “Nacido en Siria”, pone rostro infantil a un drama tan «conocido» que ya ni abre los telediarios. Los niños ejemplifican como nadie el alcance de la tragedia, despolitizan el relato y, con algo de suerte, ayudan a abrir los ojos del público, abrumado y aburrido”.

Y esta es la idea principal de lo que quiero resaltar en el niño (y en ese niño que todos llevamos dentro). Y es que para esta etapa de postconflicto en Colombia lo audiovisual debe servir para aprender lecciones de nuevo en corazones adultos y en los niños (que no tiene por qué ver este tipo de cine aun), pero sí con otro tipo de filmes, para respuestas a sus inocentes percepciones.  


Lo que sí vale y se debe resaltar es que no se puede llegar al extremo del dolor de las personas inocentes como arma válida para el documentalista o como abuso del dolor para sembrar tristeza en el espectador. Que quede pues la lección. Debemos tomar conciencia, debemos pensar en un mundo mejor. Pensar menos en las guerras y más en las secuelas, que irremediablemente inducen potentemente  a cómo reflexionar sobre ellas, y más tarde para actuar. 

Gonzalo Restrepo S.
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miércoles, 24 de mayo de 2017

LAS MUJERES DE LUIS BUÑUEL

En copias restauradas hoy día y para acercarse a algunas de sus películas menos conocidas por el gran público y todas ellas rodadas en la década de los años cincuentas, destacaría: “Susana, carne y demonio” (1951), “Una mujer sin amor” (1952), “El bruto” (1953), “Robinson Crusoe” (1954) y “La muerte en este jardín” (1956). 



 

Una de las más notorias de esa década es “Susana, carne y demonio”, una producción mexicana de 1951 y la cuarta película del aragonés en México e inmediatamente posterior a uno de sus grandes éxitos, “Los olvidados”. Respecto a este film con la luz de José Ortiz Ramos, la historia nos narra la vida de Susana que al escapar del reformatorio donde había estado encerrada por quince años, llega a la hacienda de don Guadalupe. Allí es recibida como un miembro más de la familia por doña Carmen, su hijo Alberto, la sirvienta Felisa y el caporal Jesús. Repuesta de sus heridas, la paz de esta familia católica se verá amenazada por la joven.

 

La película reúne un trémulo melodrama y una comedia ácida, irónica y mordaz.  Pese a los escasos medios y dinero para la época en que fue filmada, Buñuel presenta un penetrante y eficaz despliegue de habilidades: Aprovecha al máximo las actuaciones de Fernando Soler y Rosita Quintana. Desarrolla una narración sobria y ponderada, e indulta de estorbos y adornos innecesarios a la película, que aun hoy día, cautiva y retiene la atención del espectador. Y es que dota al film de energía narrativa y de belleza visual.

Y es que si analizamos a partir de este film los encantos de la mujer para sus propósitos, una gran parte de su cine es precisamente la efigie del erotismo femenino, de la sexualidad lujuriante y natural de la mujer que aparece vehementemente atractiva, y a la vez, potencialmente peligrosa en los sueños de los hombres solos. En este contexto, nos remite, formaliza y tramita sin temor a equívocos a Lilith:  Ella pertenece a la tradición judaica aunque, hay otras traducciones que la ubican en la sumeria mesopotámica, donde se indica que toma residencia dentro del sagrado «Árbol de la Vida», y que la diosa Inanna había plantado en un jardín sagrado de la ciudad de Uruk.

Lilith es un nombre que procede del hebreo Lil, cuyo significado es noche, pero, también traduce de Lilith: nocturna, oscura, ausente de luz. Particularidades que conllevan a la presunción del espacio de actuación de este interlocutor mítico, que se relaciona a las fuerzas de las tinieblas. De hecho, algunas de las semejanzas dadas al término Lilith, estarían asociadas a sus cualidades como un ser inhumano, un espectro visible principalmente a través de sus poderes libidinosos.

Y es que recorrer la filmografía y la mayoría de los personajes femeninos de sus películas, tropezamos con muchos ejemplos. El tratamiento del erotismo se mueve sin tropiezo alguno en el terreno de lo sugerido y sobreentendido. El director de "Viridiana" y "El discreto encanto de la burguesía", entre otros cuarenta filmes, nos deriva que si bien, desde “Un chien andalou” y la primera escena —muestra al propio director cortando el ojo— de una mujer aparentemente sumisa y dócil que se sienta en una silla sin oponer resistencia alguna; cabe afirmar que fue la primera travesía en la búsqueda de esa Lilith —entiéndase la  Susana, Celestine o Djin (Simone Signoret en “La mort en ce jardín”)— con sus dominios lascivos. Esto lo que ostenta la mujer buñuelesca, además con un grado de perversión y fatalidad.

En la película “Belle de jour”, por ejemplo, la bella Severine es un personaje de una sociedad burguesa, quien en una prueba de hallar su identidad femenina y dar rienda suelta a sus fruiciones y gozos más retorcidos, decide ir a contracorriente de la sociedad hipócrita y ejercer de prostituta en un prestigioso burdel.

En “Diario de una camarera”, Celestine, la criada doméstica, objeto de deseo de los hombres de la película, se rebela ante el asesinato de una niña y para descubrir al culpable, este personaje femenino adopta una postura que combina sordidez y pasión  provocadora. De esta forma, usufructúa el poder sexual que ejerce sobre los hombres (sobre todo con Joseph).

De manera que estamos definitivamente ante un cine de mucho estudio, y que nunca es repetitivo aclarar y poner acento en las características del cine de Luis Buñuel. Por lo pronto, en medio de tanto signo, recordar sus propias palabras acerca del amor:El amor sin pecado es como el huevo sin sal”. Así es la condición humana, y, en este asunto de las interpretaciones, la polisemia sobre las mismas imágenes (al igual que los sueños o las repeticiones en su relato), bien vale la pena traer a colación su película, “El ángel exterminador” —también llamado ángel del abismo, Apocalipsis, 9:11—, pues provee a la película de uno los libros de la Biblia y a cómo estas visiones escritas por San Juan nos exhortan a los humanos a buscar dentro de nosotros mismos nuestra propia realidad. “La memoria es invadida constantemente por la imaginación y el ensueño y, puesto que existe la tentación de creer en la realidad de lo imaginario, acabamos por hacer una verdad de nuestra mentira. Lo cual, por otra parte, no tiene sino una importancia relativa, ya que tan vital y personal es la una como la otra (“Mi último suspiro”, de Luis Buñuel).

Gonzalo Restrepo S.
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sábado, 15 de abril de 2017

CHAPLIN



Mañana 16 de abril se conmemora 128 años del nacimiento de Charles Chaplin, una de las figuras expresivas del cine de todos los tiempos. Fue un hombre orquesta: lo mismo actuaba, producía, escribía, componía o dirigía. Para él no hubo límites y su talento trascendió fronteras.

Para una remembranza sobre el mítico Charles Chaplin, bien vale la pena recordar y recomendar la película  “Chaplin” (1992), del cineasta británico Richard Attemborugh. Aparte de los interesantes créditos que van desde Anthony Hopkings, Geraldine Chaplin, Kevin Kline, Dan AyKroyd, hasta el director de fotografía Sven Nykvist. El filme —si bien ofrece a los espectadores una visión fugaz de la vida del famoso cómico, sus mujeres y por supuesto su cine—, no deja de ser una de las más completas biografías para el cine, que sobre director alguno del celuloide se haya llevado precisamente a la pantalla gigante.


Escrita por el “oscarizado” William Goldman (“Todos los hombres del presidente”), Bryan Forbes y William Boyd sobre el libro de Chaplin, “Mi autobiografía”. La película nos permite hablar de un hombre cuyo padre al morir cuando este tenía doce años de edad, estaba predestinado al mundo del espectáculo. Vale la pena recordar que su padre se llamaba igualmente Charles Chaplin y era un cantante de “music-hall”.

La primera película “Charlot  periodista” (“Making a living”) en la que aparece vestido como un “dandy” de dudosa elegancia, fue mediocre, aunque bien recibida por la crítica especializada de la época. En su segunda cinta “Carreras sofocantes” (1914) adoptó el vestuario con el que habría de ser famoso. Según la leyenda, estaba compuesto por prendas de vestir que le pidió prestadas a otros actores cómicos de Sennet —un actor y productor quien lo descubre y que es interpretado en el filme “Chaplin” por Dan Aykroyd—. Los gigantescos pantalones eran de Fatty Arbuckle, las botas de Ford Sterling, la pequeña chaqueta de Charles Avery, el sombrero hongo pertenecía al suegro de Arbuckle y, el bigote (drásticamente recortado) era de Mack Swain.

Visionando hoy día las películas de Chaplin, resultan bastantes torpes y primitivas. En sus tramas abundan los dentistas, los policías, los maridos celosos, los choques de automóviles, los coqueteos ilícitos, los resbalones, los golpes y las carreras. Sin embargo, en el filme “Charlot conserje” (1914), Chaplin —según los expertos—, logra alcanzar una mayor sutileza como actor y director. Hasta el año de 1922 con la compañía Essannay, el actor logra una serie de títulos interesantes de analizar como “Charlot cambia de hábito”, por ejemplo. Además, como director realiza un espléndido cortometraje cómico sobre la industria del cine.

A partir de los años treintas, Chaplin redujo drásticamente su producción, dedicando hasta cinco años a cada película que realizaba. Cuando se embarcó el en proyecto “Luces de la ciudad”, el cine sonoro ya era una realidad y Chaplin había sido testigo de la caída de otras grandes estrellas del cine cómico de los Estados Unidos. Así que decidido a no poner en peligro su personaje, realizó la película no hablada, pero con acompañamiento musical. En “Tiempos modernos” (1936), el actor y director se atrevió a pronunciar algunos divertidos trabalenguas, pero en general basó toda su película en la  mímica y en la pantomima, por lo que esencialmente sigue siendo una obra muda.

Sus tres últimos trabajos cinematográficos fueron “Candilejas” (1952), película en la que aparece su amigo Buster Keaton, “Un rey en Nueva York” (1957) y “La condesa de Hong-Kong” (1967), tres films que no contaron con la aquiescencia de la crítica de cine en su momento, e incluso inferiores a sus mejores obras.

Respecto a su vida personal, En 1943 se casó con Oona O’Neill, la hija del escritor Eugene O’Neill, con quien compartió el resto de su vida y con quien tuvo ocho hijos (once en total con base en sus anteriores relaciones).Chaplin en su vejez de dedicó a componer nuevas partituras para el reestreno de sus películas mudas. Fueron sesenta y dos años que le dedicó al cine y que sin lugar a dudas constituyen un record que será difícil de superar. Al encuestar a autoridades de la historia del cine y a cineastas de muchas partes del mundo sobre la gran obra del maestro Chaplin, sólo señalan a dos cintas: “Tiempos modernos” y “La quimera del oro”. Si bien su obra maestra es el filme antes citado, también involucraría a “El chico” con todo el respeto.

Gonzalo Restrepo Sánchez

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