Seis veces viajó el hombre a la luna y en esta
oportunidad la película en nuestra cartelera local, muestra cómo fue esa
primera ocasión, donde el astronauta Neil Armstrong (interpretado por Ryan
Gosling) fue el primero. Y es que tomando esta premisa, la historia se centra
en el personaje.
Vale la pena reseñar que su director es Damien
Chazelle, recordado por su entrañable filme “La La Land”: Si bien son dos temas
diferentes respecto a su reciente película, se puede señalar que es un
excelente director y en esta oportunidad en una reveladora significación de la
realidad, todos concluimos que esta primera experiencias del viaje a la luna,
no era para nada sencilla y agradable (se desafiaba a la muerte).
Sin cometer spoiler alguno y empezando un poco por el
final en el análisis de esta cinta, se puede concluir que si algo motivó a Neil,
el terco deseo de continuar con un programa espacial más bien peligroso para su
vida, era precisamente la ausencia de su primera hija, quien siendo todavía una
bebé, había dejado de existir. Quizá solo así, con esta premisa, entendemos el
héroe en toda su magnificencia.
Además, a pesar de ser un personaje a veces sobrio
sobre sus ideas y pensamientos, el grado de empatía es absoluto, hasta el punto
de convertirse en una seria tortura para el espectador, ante su serena decisión
sobre su propósito en la vida (el viaje a la luna) y que vamos observando a lo
largo del metraje. Cada una de las acciones de Neil estará dotada de esa disposición
bondadosa inherente al personaje; incluso en el desenlace ya consabido por casi
todos.
La película cargada de ansiedad y con un guion, de
Josh Singer ("The Post", Spotlight), si bien plantea algunos aspectos
biográficos del astronauta, el drama en su más pura expresión adolece, y todos
creemos que estamos ante un héroe fuera de serie, y que el cineasta no lo eleva
a exagerada exaltación en su tratamiento cinematográfico, como ocurre en otro
tipo de filmes de esta naturaleza.
Y es que conocer lo que pasa en la mente del hombre
enfrentado a la larga a la nada (siempre vemos el rostro de Neil) y sus mutismos
y esos silencios en el espacio, dan la categoría de un manejo excelente del
lenguaje y una puesta en escena ejemplar. Y es que, sin una lectura metafórica del
filme, se puede concluir sobre la importancia del guion, donde se evidencia los
estados de ánimo de los personajes.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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