No es la primera vez que usted ve a Venom en la pantalla
gigante. Recordar la primera vez en la cinta (la tercera parte de Spiderman de
Sam Raimi). Claro que en esa oportunidad, el personaje no estaba desarrollado.
Algo que sí se puede apreciar en esta ocasión de la mano del actor Tom
Hardy.
Es evidente que la película tiene un guion bien
estructurado y ello permite que se siga la historia sin tanto espanto. Y eso es
importante en esta versión del personaje de Marvel. A partir de la simbiosis de
Venom y Eddie, en primera instancia uno no sabe si trata de un héroe o un
villano, aunque al final se decanta la verdad y habrá que esperar por supuesto
una segunda parte de la película.
Venom es pues un elemento para la clave temática y
conceptual de una cinta que confronta y juega con dos fuerzas opuestas en
apariencia: el asunto moral impuesto por las sociedades distópicas, por un
lado, y la liberación de la parte cruel (sin que sea el lado oscuro de su
corazón), por el otro.
De todas formas, puede llegar a argüir que si la
película tiene una sólida construcción dramática en su primera mitad, luego el logro
decae por lo repetitivo de algunas situaciones entre los “dos personajes”, que
a larga es uno (prefiero no cometer spoiler) y de querer llevar el guion hasta el límite de lo creíble.
Algo que no logra salvar a la película de caer en el cliché y los lugares
comunes en la resolución.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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