Aparte de promocionar al artista y cantante Alejandro
González y sus recientes canciones (única y verdadera intención del filme), la
verdad es que no me voy a entretener en analizarlo, sino dar una serie de
reflexiones en torno al tema del reality no solo en Colombia, sino en el mundo.
Si intentamos buscar cuales son las razones del éxito
del programa de televisión “Yo me llamo”, tenemos que analizar primero la
importancia de la música en la sociedad. La música siempre ha acompañado al
hombre, es uno de los rituales más antiguos de la especie humana que refleja y
expresa nuestras emociones, pasiones y sentimientos (Glowacka Pitet, 2004).
Sería una elucubración saber muy bien cómo y porqué el
hombre comenzó a hacer música, pero lo que sí está claro, es que la música es
una guía para percibir el mundo, además, un poderoso instrumento de
conocimiento. Como señala Jaime Hormigos: “Es el lenguaje que está más allá del
lenguaje ya que tradicionalmente ha ido ligado a la necesidad del hombre de
comunicar sentimientos y vivencias que no se pueden expresar por medio del
lenguaje común. Su poder comunicativo radica en que puede hablarnos de todo sin
decir nada, ya que no es preciso que sea portadora de palabras o que éstas sean
inteligibles para que haga referencia a un mundo infinito de significados que
pueden variar con cada nueva interpretación”.
Y esta es la razón del éxito de “Yo me llamo”, donde
cada ser humano tiene su propio cantante y alguna canción que forma parte de la
banda sonora de su vida. Por eso la gente observa el show televisivo, y,
seguramente verá el filme de Rodrigo Triana (que tiene un cameo en la cinta).
Todo el mundo canta, y es que usted ve en el show
mediático gente de todo tipo y estrato social, asistiendo a una audición,
pensando además que pasará la prueba, aun cuando quienes lo observan, con toda
seguridad piensan que va a hacer el ridículo. De todas formas, otra conclusión
sería que “la música construye nuestro sentido de la identidad mediante las
experiencias directas que ofrece del cuerpo, el tiempo y la sociabilidad,
experiencias que nos permiten situarnos en relatos culturales imaginativos”
(Frith, 2003).
“La música constituye un hecho social innegable, presenta
mil engranajes de carácter social, se inserta profundamente en la colectividad
humana, recibe múltiples estímulos ambientales y crea, a su vez, nuevas relaciones
entre los hombres” (Fubini, 2001). Las canciones y melodías que cargamos dentro
de nuestro equipaje cultural enlazan determinadas significaciones, valores y
funciones que atañen profundamente a los sonidos con el tejido cultural que los
produce.
Hormigos (2009) en este sentido afirma: “podemos ver cómo
en las prácticas musicales propias de nuestra cultura contemporánea no solo quedan
reflejados símbolos y valores, sino también las pautas de estratificación
social, las características tecnológicas de nuestro tiempo y la creciente
influencia de los medios de producción”. Así que a modo de conclusión la música
tiene pues un papel muy significativo en nuestra sociedad en cuanto a comunicación
entre los individuos, reflejando la cultura de la cual forma parte.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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