martes, 12 de junio de 2018

Mr. Smith Goes to Washington



Hace muchos años (siendo adolescente) llegaba a la conclusión que no valía la pena pelear y llenarse de diatribas por asuntos políticos, porque entre otras cosas, nada de lo que superficialmente observa el ciudadano común y corriente es verdad. Todo es mito, y en este sentido, bien vale la pena releer lo que escribió el gran historiador francés Paul Veyne en su ensayo “¿Creían los griegos en sus mitos?” (Granica), cuando sentencia: “Los hombres no encuentran la verdad, la construyen, como construyen su historia”.

Recientemente leía del español Manuel Trenzado Romero, “El cine desde la perspectiva de la ciencia política” y sin lugar a dudas aparte de una afirmación, se puede ultimar (ahora que estamos en elecciones presidenciales en nuestro país) algo que señala y que tiene mucha verdad: “La función más importante de las campañas electorales y de la información política no es ofrecer las diferentes alternativas de los candidatos sino hacer presente la política a las masas según las lógicas del drama y del espectáculo”.

Más adelante y remitiéndose a Nimmo y Combs, Trenzado certifica que partiendo de la evidencia de que las imágenes mentales que la gente tiene de la política rara vez son producto de la experiencia directa sino de la mediación. La mayoría de las percepciones son filtradas y «fantaseadas» por una serie de mediadores tanto grupales y personales (movimientos políticos, religiosos, líderes de opinión, etc.) como mass-mediáticos (cine, radio, televisión, discos, revistas, posters, etc.).

Con base en lo anterior, vale la pena traer dos filmes a propósito del tema político. Por un lado, “Bob Roberts”. Si bien (y siguiendo la lectura de Trenzado) “la tendencia mainstream de la Comunicación Política —más allá de sus importantes diferencias internas— se caracteriza por estudiar los usos estratégicos de la comunicación para influir en el conocimiento público, las creencias y la acción en asuntos políticos, y por considerar la campaña política como el ejemplo paradigmático de este campo”, la película muestra a un cantante de música country que se presenta al senado de los Estados Unidos. La película es un buen ejemplo de cómo un discurso emotivo, embaucador y vacío, puede derrotar a otro más racional, pero cuyo candidato no tenga tan buena imagen.

Mi padre —quien hizo política— me decía que todo en estas lides políticas es el dinero. Y este concepto trae a colación uno de los filmes que tengo en mi colección particular: “Caballero sin espada” (“Mr. Smith goes to Washington”, 1939). Un gran ataque a los sumideros de la política. Cuando el dinero todo lo compra, desde una prensa corrupta —y dueña de la opinión pública— hasta los valores de los líderes políticos —que de verdaderos líderes no tiene nada—, la política se convierte en una carrera en pos del beneficio propio.

Y como bien señalaba un crítico: “Curiosa es la comparación que se hace del protagonista Jefferson Smith (James Stewart) como idealista y honrado, a un Don Quijote moderno, que embiste los molinos de quienes manipulan las instituciones hasta desvirtuar sus objetivos originales”. En definitiva un drama atemporal que permite ver la situación actual.

¡Qué nada! Para ver la realidad de los asuntos políticos, bien vale la pena asomarse al cine, y ser testigo emocionalmente, de lo que alguna vez sentenció nuestro presidente cartagenero Reyes: “Bendita seas o democracia, aunque con ella me castigues”.

Gonzalo Restrepo Sánchez
www.elcinesinirmaslejos.com.co