jueves, 14 de diciembre de 2017

RECORDANDO A "SUNSET BOULEVARD"


¿Qué recalcar sobre “Sunset Boulevard” que no se haya escrito ya? Pues no es que resulte difícil insistir, es que siempre hay algo que aportar de un filme, que en mi caso personal, es el más importante en la historia del cine. Trascendental en muchos aspectos. En alguna entrevista me preguntaron ¿cuál era la mejor película del mundo? Y respondí “aquella que afecte directamente su corazón”.


Y eso fue lo que me ocurrió con “Sunset Boulevard” (su título original en inglés, 1950) cuando lo vi por primera vez en un cineclub. Supongo que eso sucederá a muchos cinéfilos. De todas formas, debo de reconocer que después de ver varias veces el filme, un día creí descubrir de qué trata, y es lo que intentaré explicar en este humilde concepto. Empezaré por una pregunta:
¿Cómo explicar que el filme es narrado por alguien ya fallecido? En el contexto de la retórica audiovisual tendría claras explicaciones, pero sinceramente, creo que la respuesta hay que buscarla en la idea importante de la película. Esa idea primaria, a mi juicio, no es otra cosa que la historia de aquellos guiones que nunca se llevaron a la pantalla en Hollywood.
¿Y de qué trata entonces ese guion confinado al olvido? Muestra sin rodeos la vida del guionista Joe Gillis (William Holden), y ese mundo de oropel que es Hollywood. Ahora, la presencia del cineasta Erich von Stroheim como un director de cine ensimismado en Max —mayordomo y escudero de la Diva (Gloria Swanson) —, quien no volverá al set; los podemos descifrar como una isotopía en una metáfora dentro de la metáfora —complaciente por momentos—.
Y es que la transferencia de significado en la relación Mayordomo-Diva, se concibe básicamente como un desplazamiento de la referencia. Nos diagnostica, lo que confirmo al comienzo: Un guion —no llevado a la pantalla— donde la Diva y su director (y debo repetirlo) no tendrán ninguna opción de volver al cine: Él está resignado, ella no.
Ahora, para otras situaciones de la película, y en la más importante que es la relación Diva-Joe Guillis, y para el caso de la semiología de la imagen, podemos considerarlas y evaluarlas como tropos diferentes a la metáfora y propongo el símil, como ejemplo verificable ontológicamente.
Y si “la habilidad para utilizar la metáfora entraña una percepción de las similitudes” (Aristóteles, “Poética”, cap. 22), y que radicalizaron Quintiliano y Cicerón: “la metáfora es una forma abreviada de símil, condensada en una palabra”. Entonces, ¿qué leemos en las imágenes de “Sunset Boulevard”? Pues un filme de símiles sobre aquellos guiones, productores, directores y divas que incrustaron sus anhelos en guiones que nunca fueron aceptados.
Como afirma C. Hausman, las metáforas hacen referencia a realidades o experiencias globales, que se pueden descomponer incesantemente de forma no unívoca. Y para comprender lo anterior, qué símil más hermoso en la cinta, cuando el productor magnate Cecil B. DeMille se ¿burla de ese guion? (entiéndase la visita de Norman Desmond a los estudios de cine), haciéndole creer que volverá a ser, lo que para él no será nunca jamás.
Pero hay a mi juicio dos cosas claras en este subgénero y son las enseñanzas que nos dejan ese universo de oropel llamado Hollywood. En “Sunset Boulevard” (y lo reitero una vez más), es la historia de aquellos guiones que jamás alcanzaron la luz en las salas de cine.
Para el segundo aspecto, traigo muy a propósito “The Bad and the Beautiful” (1952) y una frase que escuchamos al final de la cinta: “Para dirigir una película, hay que tener humildad”. Y en ese ir y venir de los destellos de la fama, las apariencias, guiones y dirección; entendemos los ingredientes de esta película muy actual. Y es que a través de tres flash-back, se recrea la carrera de un hombre ambicioso (Kirk Douglas) que no repara en nada con el fin de lograr con éxito sus propósitos. Para lograrlo: miente, maltrata y manosea.

Y a pesar de ello, todos sentimos cierta embriaguez hacia él. La misma que sienten sus compañeros, quienes están dispuestos a darle una mano. Ya lo he dicho muchas veces, “El cine embriaga hasta el amanecer”.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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