viernes, 16 de junio de 2017

CINE COLOMBIANO: LA SARGENTO MATACHO



Esta película dirigida por William González, vale la pena decir desde un comienzo y ahora que estamos en una etapa de postconflicto en Colombia, que fue rodada en 2015 y que hasta ahora se estrena en Colombia. Sin ser un panfleto y oportunista, la película toca temas tan actuales como la familia y el desplazamiento forzoso, la guerrilla, la paz. De manera que el cineasta colombiano en este sentido, no tiene reparos en mirar de frente a una parte de la historia de su país.



Y si bien el cineasta, y, a pesar de los “deux es machina” de la radio para documentar sobre el trasfondo político  de Colombia (la muerte de Gaitán, Rojas Pinilla y la amnistía en 1958); lo que da validez a esta cinta es que, a pesar que su acción transcurre en el siglo pasado, los temas que abordan son universales y atemporales —tiranía, corrupción, incompetencia de los gobernantes, desigualdades sociales, inmoralidad, religión incluso—. Además a modo de reflexión final si se quiere, me recuerda una frase del filme “El intendente Sansho” (Kenji Mizoguchi, 1954): “Si una persona no siente la compasión no es una persona; incluso ante tu enemigo hay que sentir piedad”.

El filme, bien dirigido (muchas escenas rodadas con cámara en mano) y con un guion bien estructurado, el primer tercio de la historia que arranca en 1948 en un paraje colombiano denominado “El palomar”, deja el argumento político de la disputa entre liberales y conservadores, el asesinato de Gaitán y una mujer que pronto se convertirá en una guerrillera: Rosalba Velásquez (una excelente actriz como Fabiana Medina), apodada “la sargento matacho”.

En los dos tercios restantes de la historia y sin sorpresa alguna, la fábula (en el mejor de los sentidos) diseña en su discurso una violencia (algunas escenas con crudeza lo señalan) donde liberales y conservadores se matan. Sin que el personaje viva en una realidad paralela y sin que tarde en armonizarse con la actual (campesina-guerrillera), surge el tono descarnado de la violencia que mencionábamos, reforzado por una buena banda sonora insistente en ello otros momentos diégeticos. Todo no hace sino confirmar que, pese a ser un arquetipo de su tiempo, Matacho remueve las entrañas.

Gonzalo Restrepo Sánchez

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