De todas formas el cineasta logra cierto equilibrio en medio de una serie de observaciones sobre la buena apariencia en las relaciones entre humanos a fin de cuentas. De pronto, una sátira a cierta vigencia de asuntos políticamente correctos en la sociedad francesa.
Al margen de que seamos o no racistas, el filme es una oportunidad, para revaluar dicho concepto, en medio de tanto problema racial que existe hoy día en nuestras sociedades modernas. Con algún que otro gag, siempre nos forzará una sonrisa. Y es ya Woody Allen lo sentenció en su momento. Quién ha dicho que las cosas de verdad, no se pueden decir con una dosis de mentira.
Gonzalo Restrepo Sánchez
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