Pero más allá de esta observación estrictamente cinematográfica, la historia nos recuerda que todos somos Madame Bovary. Para ello esta historia de des(amor) con encuentros y desencuentros de la bella y enigmática Gemma (Gemma Arterton), brinda la opción de una naturaleza humana un poco perversa.
Desde el momento inicial seguimos la mirada de Martin, en quien creemos probará las dulces mieles del cuerpo ajeno, para luego convencernos de su vida contemplativa y sus obsesiones literarias con Bovary y Anna Karenina (con la aparición de una mujer rubia y sensualmente bella para revelarnos, que la historia se repite. Es decir las pasiones ocultas). Y si todavía le quedan ganas amigo lector de acosar dentro del mundo Bovary, pues nada mejor que “La orgía perpetua”, de Mario Vargas Llosa.
Gonzalo Restrepo
Sánchez
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